En septiembre del año pasado publicaba ‘Literatura, arte visual y periodismo‘, un post en el que hablaba del impacto del diseño web en los medios actuales y en el que hablaba de cómo ciertas alternativas de agregación de contenidos se basaban precisamente en las nuevas tecnologías web. 

De todas esas alternativas destaca una con nombre propio: se trata de Flipboard, el servicio que en mi opinión se volvió realmente interesante cuando aparte de las revistas «curadas» por los responsables del servicio ofreció a cada usuario la posibilidad de crearse sus propias revistas. Y de hacerlo con contenidos que le interesan a él o que pueden interesarle a ciertos grupos de usuarios con intereses afines. 

Más como experimento que como otra cosa creé en aquel momento Flipcognitosis, una revista que de cuando en cuando sirve para hacerme autobombo, pero en la que sobre todo meto contenidos especialmente destacados que voy viendo cada día. Normalmente artículos largos que me guardo tanto en Instapaper como en Flipboard -además de compartirlos en Twitter- y que luego leo tranquilamente donde más me apetece cuando saco algún rato. 

El caso es que hasta antes de ayer Flipcognitosis rozaba los 1.000 usuarios, pero al poco de publicar una nueva entrega de las ‘Incognitosis de fin de semana‘ -ese conjunto de lecturas recomendadas con las que entre otras cosas promociono la revista- logré pasar de esa pequeña barrera psicológica. Resulta curioso y extraño comprobar cómo algo que uno hace casi por hobby acaba siendo interesante para otra gente (uy, si así empezó Facebook), pero lo que está claro es que Flipboard se ha convertido en una alternativa viable de agregación -aún muy modesta, desde luego- para los que nos dedicamos a los medios. La cosa en España no está tan clara -veremos cuál es el futuro de Flipcognitosis según lo que pase Canon AEDE-, pero solo quería compartir con todos vosotros el pequeño hito e invitaros, si no lo habéis hecho ya, a que probéis no ya Flipcognitosis, sino Flipboard. Igual os animáis a crear vuestra propia revista, quién sabe. A por ellos, que son pocos y cobardes.