Hoy teníamos protagonista en el terreno financiero, y no era precisamente Bankia. Facebook iniciaba su andadura en el parqué, con un precio inicial de 38 dólares por acción que de buenas a primeras subió a 42 dólares por acción en el momento en que comenzó la actividad real en el NASDAQ. Los meses previos a esa salida a bolsa han sido muy moviditos por los rumores, por ese «mercado negro» de acciones antes de esta salida real y, por supuesto, por una situación económica que provocaba mucha incertidumbre sobre el éxito o fracaso de esa salida a bolsa.

Algunos avispillas han creado aún más expectación con previsiones que ahora parecen absurdas, y que prevén que hoy las acciones cerrarán a 54 dólares basándose -fíjate tú la estupidez- en la opinión de 2.200 personas en Twitter. Lo curioso del caso es que muchos de los medios en los que confío han hecho referencia a esa absurda previsión, aunque solo fuera como mera anécdota. El problema es que aunque Twitter o Facebook a menudo sirven para medirle el pulso a ciertos eventos y su reacción entre la gente, no tienen porqué ser -como parece que nos las están vendiendo- fiel reflejo de las situaciones.

El análisis financiero se me escapa totalmente, así que habrá que esperar análisis clarificadores (Dani, ya sabes lo que te toca) y con mucho más fundamento. Lo que sí que puedo hacer es un pequeño análisis personal: dudo mucho que Facebook tenga buen recorrido a largo plazo. La salida a bolsa se ha producido en un momento incómodo: Facebook acaba de comprar Instagram, pero eso no parece haber reforzado su reputación, y según una reciente encuesta la mitad de los norteamericanos considera que Facebook es una «moda pasajera». Lo que significa que probablemente en España y el resto del mundo esa encuesta tendrá un resultado muy parecido en pocos meses.

Desde luego, podría equivocarme: no soy un usuario habitual de Facebook -mantengo la página de Incognitosis en Facebook casi por obligación- pero me da la impresión de que la gente cada vez lo usa menos. Al menos, es lo que presencio a mi alrededor. Dicen por ahí que hay dos clases de personas: las que son felices de verdad, y las que cuentan lo felices que son en Facebook. Yo diría que cada vez hay menos del segundo tipo -dejemos a un lado los empleados tóxicos-, y eso no favorece ese futuro recorrido de unas acciones de Facebook que, como todo en esta red social, parece siempre asociado a un término: la exageración.