No puedo ni imaginarme las consecuencias de un acuerdo que a primera vista sorprendería a cualquiera. Primero, por las múltiples veces que Ballmer ha criticado (por usar un eufemismo) todo lo que rodea a Linux. Y segundo, porque Microsoft es el enemigo natural de la filosofía que tanto Novell como otras desarrolladoras de distribuciones siguen.
Cuando publiqué la noticia la pasada semana en The Inquirer no tuve demasiado para la reflexión. Es lo que tienen estos medios online, en los que la premura es primordial. Y tampoco he podido reflexionar mucho, lo reconozco, porque los findes – por el momento – los dedico a otras cosas.
Sin embargo, hoy sí he tenido oportunidad de investigar más sobre el tema, lo que me ha dado pie a una primera reflexión. Entre otras fuentes, destaco el artículo de Groklaw, una de las fuentes más certeras a la hora de hablar de estos temas de «acuerdos de altos vuelos». Y mi conclusión es que este acuerdo no me gusta. Me parece muy bien que Novell se quiera cubrir las espaldas en temas de patentes, y me parece fantástico que ese apoyo pueda significar que la tecnología de virtualización por la que apuesta Novell (Xen) tome un impulso importante para interactuar sin problemas con Windows y SLED/SLES/openSUSE.
El problema es que esas pequeñas concesiones no son gratuitas, y lo de venderle el alma al diablo tiene siempre una parte negativa: que te quedas sin alma. La comunidad linuxera no está nada contenta con la noticia, y aunque me considero un usuario sin extremismos, esta peligrosa alianza no creo que traiga nada bueno a medio y largo plazo.
Mal rollito 🙁