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Crítica inmisericorde de ‘La rebelión de Atlas’

—¿Quién es John Galt?

Yo no he logrado averiguarlo, y mira que lo he intentado. Esa (absurda) pregunta es recurrente de la novela ‘La rebelión de Atlas’, que Ayn Rand publicó en 1957. Yo no la conocía, pero hace casi un año un conocido me la recomendó. «Es muy larga», me advirtió.

Lo era. Lo es. La más larga que he intentado leer jamás.

Y he fracasado.

El problema de casi todas las novelas largas es que lo son sin necesidad de serlo. Pasa con las pelis y con las series, pero con las novelas pasa aún más. Y pasa por el sencillo motivo de que en una novela es mucho más fácil y barato enrollarse. Al fin y al cabo basta con usar un poco más de tinta y papel.

En este caso ese problema es extraordinario. Yo me lo estaba leyendo en ebook, pero en la edición impresa que vende Amazon indican que tiene 1.232 páginas. ¿Sabéis cuántas creo que debería tener?

Quizá 300. No más.

Yo me he leído algo más de la mitad, y eso después de haber hecho una primera intentona en la que llegué el 10%. ¿Por qué volví a intentarlo? Pues porque acabé descubriendo que el libro es una especie de biblia para algunos supergurús de la tecnología. Entre ellos, Peter Thiel, del que últimamente tuve que empaparme para un vídeo de Crossover reciente. «Si Peter Thiel se lo ha leído y lo considera tan relevante, habrá que darle otra oportunidad».

Craso error.

Le di otra oportunidad. Una muy grande, porque a pesar de las pocas ganas que me daba leer el libro, seguí con ello. Traicioné así mis propios principios esperando encontrar algo que valiese la pena en ella, pero la verdad, fue una búsqueda prácticamente inútil.

Si esta crítica la escribiese Rand probablemente se iría a las 10.000 palabras, pero es mía, así que abreviaré. Primero lo bueno: la novela, en efecto, apunta ideas interesantes sobre cómo funciona el mundo. Es una absoluta oda al capitalismo y sobre todo al libertarismo, que son justo los valores que defiende Thiel. Su frase más conocida, «competir es de perdedores«, es épica y absolutamente razonable en muchos ámbitos, incluido el empresarial, y esta novela no hace más que recalcar eso: la gente debería currar mucho pero no por el bien común, sino por su propio beneficio. Según esa idea, si todos lo hicieran y se guiaran por el libre mercado y el mínimo intervencionismo gubernamental, no habría tantos problemas. Rand hace un retrato bastante visionario de una sociedad en la que muchos inútiles viven demasiado bien gracias a que saben arrimarse al sol que más calienta mientras solo unos pocos —con talento y voluntad para usarlo— hacen de verdad el trabajo. Y ahí es donde los talentosos, los emprendedores de éxito (los Atlas que sustentan el mundo), empiezan a decir «ahí os quedáis» y abandonan el mundo a su suerte. Como concepto, lo admito, la idea es curiosa. No es la única: Uno de los personajes protagonistas defiende el valor social y filosófico del dinero durante una parrafada de unas 20 páginas repitiendo una y otra vez la misma idea (el problema del dinero somos nosotros). Pero hasta donde yo leí, poco más. Hasta las historias de amor que hay entrelazadas en el desarrollo de la novela son bastante raritas. Incluso diría que tienen un punto bastante sado. La autora debía tener su aquel.

Hasta ahí lo bueno. Porque salvo por esas pequeñas luces, todo son sombras. A partir de ahí, como decía, todo es lo mismo. Páginas y páginas con personajes random que se enrollan como persianas y a los que uno odia instantáneamente porque es lo que Rand quiere lograr. Porque el 99% de los personajes de la novela son como los de ‘Succession‘: trepas, vendemotos, torpes y en algunos casos, como dije en mi crítica de la serie, perdedores que ganan. En otros son simplemente perdedores que pierden porque son unos sangrehorchata. Un reflejo exagerado (y muy pesimista) de la sociedad actual, en realidad. Pero es que aquí no paran de hablar y hablar, y a eso se suman descripciones interminables de lugares, ideas y escenarios que no vienen a cuento y que no solo no ayudan, sino que logran que acabes rindiéndote tras unas páginas. Y entonces encuentras una parte del libro en la que por fin pasa algo y dices «bueno, a ver si a partir de ahora la cosa se pone interesante», y poco después esa situación queda atajada y la autora vuelve a enrollarse con otra historia paralela insufrible. Es como esos ensayos y libros de autoayuda que le dan mil vueltas a una misma idea para rellenar. Pues aquí lo mismo, pero en versión exagerada.

Ayer traté de avanzar por última vez en la lectura. Acabé pasando las páginas leyendo en diagonal, esperando detectar algún párrafo que me incitara a leer de verdad, y tras diez minutos me di cuenta de mi error. Y me dije: que le den a esta novela. Y al capitalismo, y al libertarismo, y a la madre que los parió a todos.

Y sobre todo, que le den mucho por ahí a John Galt.

Ahí te quedas, majo. Hasta nunca.

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11 comentarios en “Crítica inmisericorde de ‘La rebelión de Atlas’

  1. YoMismo dice:

    A ver, el libro es muy bueno y dice verdades como puños también es cierto que las lleva al extremo para lograr «cabrear» al lector.

    Pero.

    Personalmente tengo ciertas manías y una de ellas es cuando leo un libro no puedo no leer algo. Es decir, si omito una palabra aunque por contexto no sea necesario leerla, no sé si me entendéis lo que quiero decir, debo volver atrás a leerlo.

    Con este libro hice una excepción porque la verdad es que es un peñazo infumable. Y el discurso directamente lo omití, pasaba página tras pagina hasta pasarlo. Qué tostón.

    Pd: juega al Bioshock 1, te quedas con la copla y seguro que te lo vas a pasar muchísimo mejor.

  2. Emilio dice:

    Que haya gente que defienda las ideas de este libro independientemente de cómo este escrito es un poco vergonzoso.
    Solo los libertarios lo defienden, y el libertarismo (que no liberalismo) no tiene ni pies ni cabeza. Cuando alguien recomienda este libro, ya se sabe de qué pie cojea. Y sus ideas no eran revolucionarias ni en su época.
    Si encima juegas a juegos como Bioshock que son una crítica directa a esta doctrina y aún lo defiendes, tendrías que leer más teoría económica.

    • yomismo dice:

      Tengo que decir que libertarismo no es lo que últimamente han puesto de moda al otro lado del charco. El libertarismo de verdad se fundamenta en la solidaridad, no en el individualismo y la competitividad. Un nombre más adecuado para lo que defiende esta gente es anarcocapitalismo. Quizás ultraliberalismo.

    • No estoy defendiendo esas ideas. Si doy esa impresión, no me he expresado bien, solo intentaba destacar algunas. No me considero libertario, pero al menos la propuesta hace pensar un poco. La pena es que lo haga con tanta paja de por medio. Gracias también por la recomendación de Bioshock.

  3. Batlander dice:

    El libro es un coñazo. Sobre el mensaje en sí, pues hay que tener en cuenta cuando se escribió. Después de que los regímenes más estatistas de la historia fueran también los más asesinos y/o más desgraciados de la idem, pues es normal que se vaya al otro extremo.

  4. Es una tarea pendiente que tengo como libertario. Hasta ahora es su extensión lo que me impide leer el libro. Creo que si quisiera leer cualquier libro de tendencia libertaria prefiero cualquier ensayo filosófico de Mises, Hayek o Rothbard. Si alguna vez quisieras profundizar más en estos temas, Milton Friedman tiene una obra digerible, aunque algo técnica (economía) en algunos fragmentos que también es famosa.

    Algo curioso sobre Rand, es que tampoco nunca logró hacerse demasiados afectos al menos de entre los principales filósofos de la Escuela Austriaca. Creo que en esencia Hayek y Rothbard sentían aprecio por el espíritu capitalista del objetivismo randiano. Sin embargo, Rand era muy dogmática y sus seguidores no suelen ver con buenos ojos a liberales de otras escuelas.

    • Ole. Muchas gracias por el comentario, Sergio, muy completo e informativo. Me temo que no conozco a ninguna de las personas que mencionas y solo me suena ligeramente lo de Friedman. A priori no me tiran mucho estos temas, pero me quedo con la copla y quizás acabe dándole una oportunidad a esa obra de la que hablas.