Robert, de esmoquin, impecable, juega al billar con una joven pareja a la que acaba de conocer. Hablan un poco, y de repente Robert le dice algo a Woody
—Tienes algo que yo no.
—Bueno, supongo que hay límites a lo que el dinero puede comprar —dice Woody—.
—No muchos.
—Bueno, algunas cosas no están en venta —dice con seguridad Diana, interpretada por Demi—.
—¿Como cuáles?
—No puedes comprar a la gente.
—Eso es un poco ingenuo, Diana. Yo compro a gente todo los días —dice Robert mientras se pasea por la mesa de billar—.
—En los negocios, quizás, pero no cuando hay emociones reales involucradas.
—¿Así que lo que dices es que no se puede comprar el amor? Eso es un cliché, ¿no crees?
—Es totalmente cierto.
—¿Lo es? ¿Tú qué crees? —pergunta Robert mirando a Woody.
—Estoy de acuerdo con Diana.
—¿Ah sí? Bien, pongamos a prueba el cliché. Supongamos que os ofrezco un millón de dólares por pasar la noche con tu mujer.
La escena es la de aquí arriba. De la célebre película de ‘Una proposición indecente’ (1993, Adrian Lyne) que contiene una reflexión incómoda pero real. La de que todo y todos tenemos un precio.
Eso se ha demostrado estos días. Asisto un poco atónito a lo que está pasando con Worldcoin, esa plataforma que promete resolver los problemas de la identidad digital de golpe y porrazo escaneándonos el iris y pagándonos por el camino.
La idea tiene su aquel: tú registras tu iris y se genera un hash y un identificador mundial (World ID) único e inequívoco. Uno que permite verificar siempre y en todo lugar que eres quien dices ser. Y con eso puedes teóricamente hacer gestiones o participar en iniciativas que de otro modo sería muy difícil realizar. Por ejemplo, recibir una renta básica universal sin que otro pueda quitártela suplantándola tu identidad porque oye, tu iris es tuyo.
Pero como dirían mis niños, la idea me da cringe.
Y me lo da porque a mí, que soy bastante paranoico de la privacidad, no me parece que cederle algo así a una empresa privada sea muy buena idea. Si alguien tiene que hacer algo así, debería ser una entidad pública. Ya lo hace la policía con nuestros DNI, y aunque el sistema está lejos de ser perfecto, funciona. Pero es que además está la pregunta obvia:
¿Cuánto vale tu identidad? ¿70 euros?
Es lo que está pagando ahora mismo Worldcoin. Ni siquiera paga esa cantidad en euros, sino en WLD, la criptodivisa con la que está moviendo todo el invento. Te dan 10 WLD por inscribirte y puedes ganar (creo) hasta 10 WLD más invitando a otras cinco personas a que se registren. 140 euros.
Para mucha gente entiendo que eso pueda ser bastante dinero. Sobre todo para gente pobre o que lo esté pasando mal. Total, los Google y Facebook del mundo ya tienen muchos de nuestros datos, ¿no? Además, llevamos un porrón cediendo esos datos para usar una cuenta de correo electrónico o, ya puestos, para encontrar a nuestro doppelgänger.
Puede. Y puede que con ellos también se logre suplantar nuestra identidad, pero esto va un poco más allá, y plantearía la potencial suplantación de una característica física y biométrica única, algo que personalmente no estoy dispuesto a vender.
Al menos, no por 140 euros.
Supongo que esa es la clave. La de que considero que esos datos biométricos son demasiado importantes. De lo que no estoy seguro es de que no tengan un precio, por muy paranoico de la privacidad que yo me autoproclame. Criticar a la gente que está registrándose para ganar 60 o 70 euros es fácil, pero para algunos ese dinero puede llegar a ser una fortuna. Estoy pensando en países como Kenia, donde hubo colas tan largas de gente para registrar su iris y cobrar el dinero que el gobierno tuvo que detener esa actividad. O en Argentina, donde la situación económica también ha convertido a las criptomonedas en general y a Worldcoin en particular en un éxito.
Pero claro, (afortunadamente) no estoy en esa situación. Y eso me hace preguntarme si habría una cantidad por la que acabaría vendiendo mi identidad digital.
Y la respuesta, por supuesto, es que sí.
Igual no deberíamos ser tan hipócritas. Igual Robert tenía razón.
Miedito me da esa idea: que les roben la base de datos y empiecen a usar las Apple Vision sin mi consentimiento…
En serio, no cedo mis datos biométricos ni al gimnasio (entrada por reconocimiento facial: no gracias)
Y mejor que ‘Una proposición indecente’, ‘Nueve Reinas’ y la escena del cuarto de baño 🙂
Ostras no la recordaba. Buenísima.
«Putos no faltan. Lo que faltan son financistas».
Soy ese Argentino en camino a vender mi iris
🙁
Lo curioso es que confies en algo que pueda hacer el Estado, cuando ha demostrado tener mil fallas y nula capacidad de desarollo e innovacion, y no a empresas privadas, que vamos, pueden ser muchas compitiendo entre si y mejorandose cada dia.
Vendes tu identidad? no lo creo, vendes informacion tuya, como cualquiera que dejas por las redes. importa un dato biometrico? si y no, depende de lo que se haga con el mismo.
Lo interesante y que merece un analisis en realidad es el contrato de terminos y condiciones que nos ligue a esa empresa, quien sera responsable, como, donde y cuando en caso de que nuestros datos en poder de la empresa sean usados sin nuestro consentimiento.
De eso podemos empezar a hablar.