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Divorcio del sueño

Antes de casarme, un amigo me dio un consejo que nunca olvidaré.

—Javi, lucha por cada centímetro de la cama. Centímetro que pierdes, centímetro que nunca recuperarás.

Aquella frase me pareció graciosa entonces y me lo sigue pareciendo ahora, pero es que también es cierta. Sally ha ido conquistando centímetro a centímetro y me tiene ahí, durmiendo en el filo del colchón tamaño miniresort burgués que tenemos en nuestro dormitorio.

Lo digo de broma (¡pipi!), pero lo cierto es que tras todos estos años de matrimonio espectacular —quizás nos ganan Paul Newman y Joanne Woodward— lo que sí hemos descubierto ambos es que cada cual duerme de una forma distinta. Que puede ser igual o no, pero que entiendo que en muchos casos es distinta. Y si tengo algo claro tras todo este tiempo es una cosa:

El descanso es sagrado.

A mí me puede gustar dormir con todo cerrado como si viviera en una habitación del pánico y a Sally tener hasta la persiana subida y la puerta abierta. A uno le puede gustar dormir con pijama de felpa y el edredón de invierno encima porque le mola tener ese ligero peso encima y al otro dormir como Dios lo trajo al mundo. A uno le puede gustar dormir abrazado y al otro no. Uno puede dormir como un bendito aunque fuera los vecinos estén taladrando y otro despertarse porque sus oídos de padre o madre protectora perciben cómo los hijos han movido un pelo. Hay muchos padres que duermen con sus niños desde que nacen hasta que son bastante mayorcitos porque es muy bonito y otros que como mucho les dejan estar un ratito en la cama con ellos algún sábado por la mañana. De todo, vaya, y todo respetable porque aquí se trata de ser feliz. Obviamente no os voy a contar cómo dormimos en realidad porque eso es personal y privado pero comentándolo de cuando en cuando con amigos, las risas y debates sobre cómo duerme cada cual suelen acabar en esa misma realidad: que cada uno duerme lo mejor que puede, y también lo mejor que le dejan dormir. Que en mi caso, como digo, es mejor que a Paul Newman. A ver qué va a pasar.

Por eso me hizo gracia ayer leer un tema de El País titulado «Divorcio del sueño: ¿Qué es mejor, dormir juntos o separados?» en el que la autora, Rita Abundancia —nombre ficticio, entiendo— precisamente reflexionaba sobre ello con la ayuda de varios testimonios de personas de aquí y de allá y de algún teórico experto en el tema.

Y claro, una de las cosas que se comentaba era lo de los matrimonios que duermen en camas separadas —pero en el mismo dormitorio—. Una neuróloga decía que eso es mala cosa, que el contacto estrecho «beneficia a nuestra microbiota intestinal». Entiendo que es poco romántico pero a mí me parece una solución totalmente estupenda si por lo que sea la pareja descansa más estando a su bola. Puede pasar que uno descanse a su bola y la otra parte no porque echa de menos lo de la microbiota, y ahí puede haber problemas, pero como digo, cada pareja es un mundo. Y es que como decían en el tema, dormir juntos puede unir, pero si uno de los dos no descansa eso al final «puede afectar negativamente a la relación de pareja».

Me gustó especialmente el final del artículo, en el que Gloria Arancibia, psicóloga y sexóloga, explicaba que «No hay por qué soportar ronquidos o determinadas patologías que impiden el buen descanso en aras del amor; porque, finalmente, eso va a pasar factura a la relación». Totalmente cierto: conozco a más de una pareja que duerme en camas distintas e incluso en estancias separadas por los ronquidos o por hábitos distintos —veo series y me acabo durmiendo a las tres, mi pareja lee un libro y a las 22:30 está roque—, y aquí mi respeto absoluto por esa gente que descansa por la noche para volver a amarse como Paul Newman y Joanne Woodward por la mañana.

O como Sally y yo, claro está.

Que descanséis.

Imagen | Unsplash

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6 comentarios en “Divorcio del sueño

  1. Federico Bustamante dice:

    Pues yo lo único que he observado es:

    – Que mi mujer suele estar mucho más fría que yo.
    – Que se me pega como una lapa en invierno y no me puede ni ver en verano.

    La única pega es:

    – En verano se pone incluso borde para que no me arrime.
    – En invierno hasta que no coge temperatura y se separa, yo no duermo.

    En fin. Son las cosas de que los hombres y las mujeres seamos diferentes y casi siempre complementarios, por muchos que se empeñen algunos en que todos somos iguales.

    Saludos y dulces sueños.

  2. Juanky dice:

    Me encanta cómo escribes este tipo de artículos, Javi. Sobre todo estando, como estoy, acostumbrado a leerte con un tono muy diferente. He disfrutado leyéndolo, y los seis primeros párrafos son una delicia. Bendito ‘Incognitosis’ 😉