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Lucía a los 13

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Mi pitufi-tufi. Mi piti-piti.

Ay, mi pitufi. Te has hecho mayor. No como el año pasado, no. Más. Este año sí que sí. Estirón alucinante —estás muy alta, mucho más que Yaiza, dónde va a parar— y eres ya una pequeña mujercita. Hasta me da un poco de cosa llamarte pitufi y piti-piti porque igual te ves ya mayor para eso. Te propongo una cosa: si prefieres que no lo haga, dímelo, ¿vale? A partir de ahora te puedo decir pitufota, por ejemplo 😀

Cuántas cosas han pasado este año. El año Percy Jackson, podríamos llamarlo. Stranger Things y Millie/Eleven han quedado un poco en segundo plano porque Percy y la mitología griega son muy chulos, ojo. En los últimos meses has ido con Javi a vuestro primer concierto —¡Aitana!— y sobre todo hemos hecho unos cuantos viajes estupendos. No solo tu primer viaje solita con tus compis a esquiar: viajes (Soria, Málaga, Tapia, el crucero…) en los que además has podido hacer lo que más te gustaba: caminar jugar con Javi y tus amiguitas y, claro está, comer chocolate. O lasaña (qué descubrimiento). O Yatekomos. O helado de After Eight. O pulpo. O las tortitas del VIPS. Ays.

También ha sido un año especial porque desde navidad ya tienes móvil. Nos daba un poco de miedito dar el paso, y aunque estás un poco más pegadita a la pantalla de lo que nos gustaría, siempre aceptas sin problemas que te digamos que lo dejes ya —tu famoso «ah, vale»— para hacer otras cosas. Me encanta que lo aceptes con esa tranquilidad y esa buena disposición, mi pitufi, y sobre todo que entiendas también que a pesar de que te encantaría, lo de ponerte Instagram o BeReal en el móvil no ocurrirá jamás :(. Bueno, jamás no (a los 40 sí), pero ya nos entiendes: bastante caña le das a TikTok y a los Shorts, y ya sabes lo que mamá y yo pensamos de esas redes a tu edad. Son el mal. Que sé que es duro, pero créenos: es mejor así. Al menos por ahora. Hasta los 40, ya sabes. Que es la misma edad a la que te dejaré tener novio, mi pitufi-tufi (guiño-guiño).

Yo, mientras tanto, casi me he acostumbrado a no tener que llevarte al cole. Casi. Sigo echando eso de menos, pero te voy a contar un secreto: lo voy a echar de menos siempre. Como echo de menos cuando te llevaba a la guarde, y como echo de menos que ya no tengas 3 años, o 4, o 5, o 10. O esos 12 que se nos acaban de acabar y que han sido otro regalo para nosotros.

Y lo son porque sigues siendo tan especial como siempre. Tan preciosa, tan buena y noble. Me parece un pequeño milagro que vayamos por la calle y sigas buscando mi mano de vez en cuando. Me encanta, mi pitufi, así que no pares. Te lo dije en anteriores cartas de cumpleaños y te lo digo ahora: un besito suelto y cogerme la mano hacen que mi día y mi vida sean mejores. Si te acuerdas, cuando te acuerdes, son cosas que a los padres nos emocionan. Es mi primer deseo, parecido al del año pasado, cuando te pedía que no dejaras de colocarme el flequillo. Has seguido haciéndolo, mi pitufi. Gracias.

Como lo que te pedía en mi segundo deseo. Aquello de que no perdieras del todo ser aún un poco niña. Ya te lo dije el año pasado: tienes un montón de años para ser mayor de verdad —ya sabes, a los 40, novio, imagina— y me encanta que a tus 12 hayas seguido conservando esa parte que poco a poco, como es normal, va desapareciendo. Las cosas de niña van quedando atrás, y las cosas de mayor van llegando. Pero tú sigues teniendo esa parte que me encanta, que disfrutas jugando con Javi y con esos muñequitos que tenéis. Da igual que ahí incluyáis a los Spiderman y Hulk de turno, ya sabes que yo a veces me animo, juego con vosotros y los muñecos y os reís con mis tonterías. Me encanta que sigáis haciéndolo. Me maravilla, porque estáis disfrutándolo mientras os vais haciendo mayores y (lógicamente) vais queriendo hacer cosas de más mayores, como ir solos a algún lado. Tú más que Javi, claro, a él ya le llegará también ese momento (¡pitufo!).

También mantengo el tercer deseo del año pasado, que también se cumplió en todos tus 12. Seguís siendo los mejores hermanos del mundo. Nos lo dice tanta gente… cómo os queréis, cómo jugáis, cómo os lleváis… Es alucinante. Incluso ahora que eres más mayor sigue siendo no solo tu hermano, sino tu compañero y tu amigo de mil aventuras cada día. En casa, por ejemplo, con esas partidas de Roblox entre vosotros y con amigos, o de Minecraft, a ver quién construye mejor esa mansión, o queriendo hacer Slime o alguna receta de chocolate con chocolate y una capa extra de chocolate con chocolate. O dibujando, o escribiendo vuestras novelas —madre mía, tenemos dos futuros autores— o haciendo tus rotulitos, o vuestros bailes de TikTok, o vuestros duetos a capella —nos encanta cuando llegáis a casa del cole haciendo una miniactuación—. Sois tan creativos… Tantas cosas que os hacen especiales… Es alucinante. Así que ya sabes. No perdáis eso. Es un tesoro. Uno increíble que muy poca gente tiene, créeme. Conservadlo siempre, porque hará vuestras vidas mejores.

Me encanta también que nos preguntes eso de «¿Qué tal?» y que lo hagas de verdad, queriendo saber cómo estamos. Escuchas, te interesas, miras a los ojos. Bueno, cuando no miras al iPad o al móvil, ya sabes. Pero escuchas y te importa. Eso no lo hace mucha gente, mi pitufi. Es genial. Termino esta carta de cumpleaños usando las mismas palabras que las del año pasado, porque no sé decirlo mejor, mi pitufi-tufi. Mi Lucía.

Mi vida, eres tan preciosa. Tan especial. No cambies, por favor.

Ese es mi cuarto deseo para este año. El más importante.

No dejes de hacer payasadas como el «bum», o los labios-morritos de Keira Knightley, o el «Oh my god», o el bailecito del «around the world» que tanta gracia le hace a mamá. No dejes de sorprenderte, no dejes de ser tan cariñosa, buena, y noble. Y por favor, no dejes de reír como lo haces. A ver si logramos captar esa risa en fotos, mi vida. Se me escapa una y otra vez, pero da igual. La llevo conmigo siempre en mi corazón. A tu risa y a ti.

Te quiero, mi vidita.

Tu papushki.

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