Ahí estaba Steve Jobs aquel 23 de octubre de 2001. Con sus vaqueros y su camiseta negra de cuello vuelto. Descuidadete, la verdad, y hasta un poco fofisano. Todo eso daba igual, por supuesto. Cuando se ponía a hablar, la gente escuchaba y sobre todo alucinaba con su particular halo. Era el vendedor por antonomasia.
Ese día Apple había reunido a un pequeño grupo de periodistas y fans de la compañía en sus oficinas de Cupertino para venderles (la idea de) un nuevo dispositivo.
Se trataba, cómo no, del iPod.
Me imagino a Jobs viendo aquella presentación años después y tirándose de los pelos. Era como cutre (y toda en formato 4:3, chavales, el 16:9 tardaría aún en imponerse), con aquella tipografía rollo Comic Sans, tablas y gráficos bastante terribles. No solo eso: cuando llegó el momento de decir el nombre del dispositivo, Jobs lo presentó sin apenas énfasis. Casi de pasada. Igual ni él mismo tenía claro lo que había creado con su equipo.
Supongo que es normal que no lo tuviera claro. Después de todo, el iPod no era en absoluto nuevo. Había alternativas tanto más antiguas (los walkman y discman tradicionales) como más modernas: reproductores MP3 con pequeñas memorias Flash o, y esto era lo más interesante, algunos —aquí una vieja comparativa—basados en discos duros. Yo recuerdo el Archos Jukebox 6000, que tenía un alucinante disco duro de 6 GB y un diseño horripilante. Por entonces yo ya curraba en PC Actual y recuerdo muy bien aquello, entre otras cosas porque mi compi Planita tenía aquel dispositivo y flipaba con él.
No recuerdo qué pensé del iPod. No tenía blog por entonces, así que no tengo registro de mis opiniones. Lo que sí sabemos es que a pesar de su éxito posterior, esos días a mucha gente le pareció un producto que tampoco era para tanto.
En CNET, por ejemplo, publicaron dos días después una noticia en la que el titular era «El iPod de Apple provoca reacciones encontradas». En Technology Business Research (no he podido encontrar el enlace) un editor llamado Tim Deal dijo lo siguiente:
«Es un reproductor MP3 puntero, pero su precio no es competitivo. En un momento en que los consumidores no gastan tanto dinero como en el pasado, es arriesgado dedicar recursos de marketing, ventas, investigación y desarrollo a sacar al mercado un aparato como éste».
Desde luego que era caro. Costaba 399 dólares en una época en la que los reproductores MP3 se estaban abaratando, no encareciendo. Lo contaba el periodista Jon Healey en Los Angeles Times, que a pesar de destacar sus opciones, también plantebaa dudas. Compaq había sacado su reproductor MP3 de 99 dólares unos días antes —¿alguien se acuerda de él? Yo no— y que también veía con dudas eso de que para transferir las canciones hubiese que depender del puerto Firewire.
Otros fueron más lejos en sus críticas. Lo contaban en MacWorld cinco años después de su lanzamiento. En TechTarget, por ejemplo, lo metieron en la lista de «los cinco peores regalos tecnológicos» de las navidades de 2001 —manda narices— mientras los foros se llenaban de cuñaos criticando el producto sin piedad. El legendario CmdrTaco, de Slashdot, comentó la noticia con un sencillo:
Sin conexión inalámbrica. Menos espacio que un Nomad. Penoso.
Otros, eso sí, lo ensalzaron e incluso predijeron con asombroso acierto que se convertiría en algo aún más importante. Había, en esencia, opiniones de todo tipo, y todos creían tener razón, como siempre ocurre. A Bill Gates se lo enseñó un periodista de Wired. Tras juguetear un poco con él y con su icónica rueda de control, solo dijo una cosa: «parece un gran producto».
Lo fue.
De hecho, aquel pequeño dispositivo se convirtió en la primera gran disrupción de Apple. Yo tengo claro que la vedadera revolución no fue esa, y como ocurrió con el iPhone, lo que realmente lo cambió todo para esos productos (y los usuarios, y la industria) fue tanto la iTunes Store para el iPod como la App Store para el iPhone. Hay otro componente más, pero de eso hablaré en otro post más adelante.
Este post no va de eso. Este post trata de dar contestación a la pregunta de si las Apple Vision Pro serán el nuevo iPod. Si se repetirá la historia. Si todas esas alabanzas y críticas que estamos viendo acabarán importando tan poco como lo hicieron las del iPod original.
En Wired afirman que no son el futuro. En The New York Times, lo mismo, no lo ven claro. Pero nada claro. Esa postura clara y contundentemente crítica contrasta con otra: hay quienes alaban el producto y sus logros técnicos —como ese «control ocular» que parece leerte la mente, y que creo que acabaremos viendo más por ahí—, pero en todas las primeras impresiones que he visto —WSJ, The Verge, MKBHD, TechCrunch, Fortune, 9to5Mac, etc— las alabanzas no eran súper contundentes.
No eran «esto lo cambia todo».
No eran como el iPhone, que muchísima gente quiso comprar tras verlo anunciado. Aquí hay de esos sí, pero mi sensación es que son muchos menos. Por eso las Vision Pro se parecen más al iPod. La incertidumbre es mayor. Casi total.
Aquí hay un detalle importante del que hablaba hace poco Steven Sinofsky, ex-directivo de Microsoft —máximo responsable del desarrollo de Windows 7—. En su newsletter, Hardcore Software, hablaba de cómo a los humanos nos encanta predecir el fracaso para ganar «crédito social». Ser un borde funciona —que se lo digan a Risto Mejide— y con la tecnología pasa eso cuando los periodistas, opinólogos y cuñaos matamos productos antes siquiera de que hayan estado disponibles en el mercado. Pasó con el iPod, como he comentado, pero hay muchos ejemplos más. Aquí dos a los que él apunta, también de Apple, y que recordaba vía una newsletter llamada Pessimist Archive que, por cierto, tiene su encanto (echad un vistazo):
El mítico iMac, por ejemplo, fue un sorpresón cuando se lanzó en 1998. Era raro de narices. Demasiado, pensaban algunos, y además se deshacía de la disquetera, algo que era impensable para muchos como después lo serían otras cosas (lector de CD/DVD, puerto de auriculares). Por supuesto, el iMac triunfó, quizás precisamente porque era raro de narices. Bueno, fue por otra cosa de la que hablaré en ese otro post más adelante, pero eso ayudó, sin duda.
Había otro producto que muchos condenaron cuando apareció. Parece mentira que alguien predijera el fracaso del iPhone, pero hubo unos cuantos que lo hicieron. John C. Dvorak, un importante periodista tecnológico que era un supergurú en aquella época, así lo pensaba. «Apple debería desenchufar el iPhone«, titulaba en el suplemento MarketWatch del prestigioso Wall Street Journal:
Otros eminentes gurús como Walter Mossberg no opinaban igual y tuvieron razón, pero me sorprende descubrir años después que en Wired —que no ve claras las Vision Pro— también dijeron en sus primeras impresiones que el iPhone no compensaba. Oopsie. En TechCrunch tampoco lo veían claro, por cierto.
Y luego estaba Ballmer siendo Ballmer, claro. Luego suavizaba el comentario inicial —años después su opinión era algo distinta—, pero está claro que metió la pata.
Resumiendo:
- Lanzar un producto es muy difícil.
- Es muy difícil saber si tendrá éxito o no. Es aún más difícil si lo hace una gran empresa. Y si lo hace Apple, aún más.
- Nos encanta matar productos (y también ensalzarlos, queridos fanboys) aun sin tener argumentos del todo convincentes para una cosa y la otra.
Dicho esto, ¿pueden triunfar las Apple Vision Pro? ¿Ocurrirá lo que pasó con el iPod? Ese reproductor no hacía casi nada súpernuevo, pero lo hacía mejor que los demás, y eso importa, o acaba importando. Solucionaba el mismo problema que el resto de soluciones, pero lo solucionaba mejor. ¿Cuál era su componente mágico? La rueda de scroll.
Con el iPhone, más de lo mismo, aunque aquí la disrupción fue mucho más potente sobre todo cuando llegó la App Store. El móvil no parecía gran cosa en muchos apartados, pero poco a poco demostró que el resto de móviles no tenían sentido. Lo hizo gracias a su otro componente mágico. La pantalla multitouch.
Aquí veo muchas similitudes con las Vision Pro de las que ayer Harry hablaba con el Sr. Cook. No hacen nada súper nuevo, pero lo hacen mejor que sus competidoras —siendo también mucho más caras—, y desde luego tiene ese componente casi mágico que yo creo que es su control con la mirada. Eso debe ser fascinante, y entiendo que la gente que lo prueba alucine.
Y aún así, no lo tengo claro. Quizás sea demasiado pronto. Es lo que dice Mark Gurman en Bloomberg. Él afirma que estas gafas tardarán años en tener el mismo éxito que tuvieron el iPod o el iPhone. Que por cierto, no conquistaron el mundo de la noche a la mañana. Me gusta especialmente algo que dice:
«Para mí, lo más impresionante del Vision Pro no fueron los contenidos de realidad virtual de Disney, las videoconferencias basadas en RV o las revolucionarias especificaciones técnicas del hardware, sino la nueva interfaz en sí. La posibilidad de interactuar sólo con las manos, los ojos y la voz. Y Apple parece dispuesta a comercializarlo con ligereza. […] Esta interfaz acabará conquistando a la gente. Habrá muchos usuarios que lo hagan todo en un entorno informático espacial, en lugar de sacar un dispositivo del bolsillo».
Así es. Eso es lo que creo que acabará conquistando a la gente. Ese componente mágico. Luego estarán las apps y servicios que lo aprovechen. Esperaría que otros fabricantes desarrollasen algo parecido próximamente: es un invento demasiado jugoso para que otros no quieran quedar descolgados.
Mi principal duda está en lo que planteaba ayer respecto a cómo las Vision Pro nos harán estar más solos. Lo peligroso es que parece que nos gusta estarlo a pesar de lo malo que es para nuestra salud: la gente se está encerrando cada vez en sí misma a base de cacharritos. Los móviles son aquí absolutos protagonistas, y las Vision Pro lograrán hacerlo de forma espectacular. Nos apetecerá ponérnoslas para hacer un montón de cosas a nuestra bola porque ya sabéis. Uf qué pereza hacerlas con otra gente en grupo ahí en el mismo espacio físico. Con lo a gustito que estoy en pijama con mis Vision Pro viendo porno la NBA como si estuviera en asientos de primera fila o Avatar 3 como si James Cameron la hubiera creado para mí.
Si triunfan, tarden lo que tarden en hacerlo —y diría que tienen opciones de hacerlo—, Apple ganará una vez más la batalla.
Pero puede que nosotros hayamos perdido una guerra importante.
Uf.
El tema de las Vision Pro es que les falta un componente a la experiencia: los dispositivos hápticos. Si logran adaptar periféricos que añadan nuevas interacciones sensoriales bien hechas (superficies con respuesta sensorial, etc) la cosa ganaría mucho. Supongo que esperan crear un ecosistema de terceros consistente para ello.
Es cierto que la parte de no tener respuesta háptica es un poco extraño, quizás experimentaron en el casco para tener algún tipo de minivibración en la cabeza pero vamos, donde debería estar es en algún tipo de guantes. No tengo nada claro que vaya a existir nada así, pero habrá que ver, claro. Nunca se sabe.
Es una pena que la tendencia sea que cada persona solo esté atenta a su pantalla. Me parece increíble que a veces en casa la TV está apagada mientras mi mujer y mi hijos cada uno con su teléfono o tablet. Internet nos unen pero las pantallas nos separan.
Si el futuro es que para tener paz en casa tengo que gastarme 15k$, ya puede esperar Tim sentado. No entra ni una, y así no hay peleas.
Pues aquí soy pesimista precisamente por lo que dices: todos nos aislamos más porque podemos hacerlo. Yo veo la serie que quiero mientras mi hijo juega con su ordenador y sus cascos, mi hija está con el iPad viento TikTok y mi mujer leyendo un ebook en la terraza. Es un escenario hipotético, pero cada vez más común.
Las Vision Pro lo van a potenciar, y diría que a priori esa es una genialidad de Apple. Una por la que la gente pagará mucha pasta.
Cuanto más lo pienso, más creo que lo van a petar porque el ser humano es así. Como pongo en la imagen: yo, mi, me, conmigo.
Yo lo que veo es que acabaremos con gafas como de ciclistas para el viento capaces de visualizar todo el campo o seleccionar lo que no queremos ver, probablemente conectado a un cable corto donde estará la bateria y el computo con procesador RISC, adicional no habran gauntes como tal pero si manillas que enviaran impulsos nerviosos necesarios para que sientas una interfaz tactil en tus dedos, y obvio con auriculares de conduccion osea.
A cuanto estamos de eso? Unos 2,5, 10 años?
Sí, diría que si la idea acaba cuajando habrá versión «Google Glass», quizás con ese formato que comentas. Cinco años mínimo, yo creo, pero a saber 🙂
Cada vez que leo algo como: «… y las Vision Pro lograrán hacerlo de forma espectacular. Nos apetecerá ponérnoslas para hacer un montón de cosas a nuestra bola porque ya sabéis. Uf qué pereza hacerlas con otra gente en grupo ahí en el mismo espacio físico. Con lo a gustito que estoy en pijama con mis Vision Pro viendo porno la NBA como si estuviera en asientos de primera fila o Avatar 3 como si James Cameron la hubiera creado para mí», me da picazón cerebral, porque recuerdo la novela «El Sol desnudo» de Isaac Asimov con su planeta Solaria. Odiaría un futuro planetario como el de Solaria. Y si venimos a ver, aparatos como ese son el inicio de posibles «visualizaciones solarianas» cuando dos o mas de ellos sean capaces de comunicar a sus propietarios. Pienso que hacia ese futuro no declarado tienden sus creadores.
Buen ejemplo el de Solaria, lo tengo reciente porque me releí la saga hace poco. Espero que no lleguemos a eso.