En diciembre de 2021 me preguntaba si Intel era la nueva Nokia. Como ocurrió con la empresa finlandesa, Intel se durmió en los laureles durante años y comenzó a tomar pésimas decisiones de negocio. Bob Swan, su anterior CEO, metía la pata una y otra vez, y lo cierto es que en el momento en el que escribí el post estaba tan preocupado por esa situación que hice una de mis famosas y legendarias predicciones: «Intel se muere», dije.
Y a los pocos días, bum. El 13 de enero la historia cambiaba. Pat Gelsinger se convertía en el nuevo CEO de Intel y desde el primer momento las cosas cambiaban para la empresa. Y mucho.
Lo hacían especialmente en un área: la apertura. Intel, que había sido muy indepe y no era muy de alianzas estratégicas, pasaba a un modelo mucho más abierto. Se aliaba con su gran rival TSMC para poder fabricar más y mejor, refichaba a antiguos ingenieros —el propio Gelsinger lo fue— y sobre todo se dejaban de mandangas en el terreno de la fabricación de chips.
De hecho, tras años de vivir de las rentas, Intel decidía hacer una inversión absolutamente brutal —20 000 millones de dólares— en dos nuevas fábricas, y abría sus puertas a la fabricación de chips para Qualcomm. No solo eso: los rumores sobre la potencial compra de GlobalFoundries o de SiFive (¡RISC-V al poder!) dejaban claro que la ambición de antaño parece haber vuelto a un gigante que estaba dormido y parecía haberse levantado a lo Hombres-G: dando un salto mortal.
Eso, claro, no es todo. Volver a ser referente en la fabricación era solo parte de su dominio. El otro era ser referente también en productos, y con AMD y Apple subiéndosele a la chepa en Intel han querido darle la vuelta a la tortilla con propuestas interesantes como Alder Lake —que adopta la filosofía big.LITTLE— y desde luego Intel Arc, esas gráficas que prometen dar mucha guerra a las mejores propuestas de AMD y NVIDIA.
Mi compañero y amigo Juanky se preguntaba en Xataka si eso será suficiente, y en mi opinión desde luego las cosas van por muy buen camino. En Intel de hecho han abandonado o redirigiendo algunos proyectos chorra que habían consumido tiempo y recursos sin tener demasiada salida, y diría que todas las decisiones que está tomando Gelsinger son adecuadas.
Todo esto lo comentaba brevemente en la Xatakaletter de hace unos días, pero rescato el tema a raíz de un artículo de The Economist que básicamente reunía todas estas ideas (no es que tampoco haga mucho más, no hace falta que lo leáis) recordándonos cómo lo que ha hecho Gelsinger con Intel es lo que ya hizo hace años Nadella con Microsoft.
Así es: la Microsoft de 2013 parecía abocada a la indiferencia. Seguiría siendo importante, pero parecía cada vez más una nueva IBM. Ballmer no fue un gestor adecuado para la firma, pero cuando llegó Nadella la cosa cambió de forma radical. La empresa más odiada del mundo —lo fue durante un par de décadas— ya no era odiada, sino que de hecho molaba. Lograr algo así es muy difícil, y más en una empresa con casi medio siglo de andadura como la de Redmond.
Con Intel la cosa parece ir por el mismo camino. En el artículo de Economist son pesimistas con la parte de su «foundry», su división dedicada a la fabricación de chips. Los analistas parecen tener claro que no podrán competir con TSMC, sobre todo porque TSMC hace chips «marca blanca» e Intel dedicará buena parte de sus factorías a lo suyo (así que no es difícil pensar que se reservará lo mejor para ella, o debería poder hacerlo en parte), pero aún así la cosa pinta interesante.
Bien por Gelsinger y por una Intel que parece resucitar.
En diciembre de 2021 me preguntaba…
Lo sabía, vienes del futuro!
xDDD