Llevo semanas leyéndome ‘Facebook: the inside story‘, de Steven Levy. Lo de ‘semanas’ es literal: el libro es tan detallado y cuenta tantas cosas del funcionamiento interno de Facebook que me he quedado absolutamente atascado tras leer el 40% del mismo. No me apetece nada seguir leyéndolo porque me está resultando muy pesado, pero también me pasa que ha habido cosas chulas en esas páginas y seguro que me quedan otras por descubrir. Supongo que lo acabaré antes de que acabe el año.
El caso es que Levy hace constantes referencias no a la peli de ‘The Social Network’ —que por lo que he leído, es una adaptación bastante libre e inexacta de lo que pasó en realidad— sino a artículos que salieron en medios a lo largo de los años. Algunos son del propio Levy, y me capturó especialmente uno que mencionaba al hablar de su primer encuentro con Zuckerberg como parte de su trabajo como periodista tecnológico.
Fue en 2006. Levy curraba entonces para Newsweek e investigaba esa nueva hornada de startups que estaban petándolo en internet. Titulaba aquel tema ‘The New Wisdom of the Web‘, y 14 años después ha pasado lo que tenía que pasar: que varias de las empresas de las que hablan no son lo que eran entonces. Las protagonistas del artículo son, de hecho, Flickr y MySpace, dos redes sociales que lo fueron todo y que hoy no son casi nada. Los fallos de la gestión de una y otra —y los aciertos de sus rivales— provocaron que aquellos maravillosos servicios dejaran paso a otros que entendieron mejor lo que sería el futuro.
Levy cita a Zuckerberg solo un par de veces en un párrafo. Por entonces, nos cuenta, Facebook tenía «7 millones de usuarios en 2.000 universidades», pero a pesar de tenerlo en sus narices Levy no vio nada especial en Facebook, y en ese párrafo cambia rápidamente de tercio para volver a hablar de MySpace.
El caso es que el tema es curioso como retrato de lo que era la web en 2006. Eso, por si no os habéis dado cuenta, es antes de que llegaran los smartphones. El iPhone y su revolución tardarían aún un año en llegar y varios más en consolidarse: quienes supieron adaptarse a la nueva realidad —ni MySpace ni Flickr lo hicieron— se comieron el mercado.
Para mí ese retrato de la web en 2006 espectacular, pero no por las empresas que cita, sino por cómo relataba lo que de repente había sucedido en el mundo de internet. Según sus palabras (traducción vía DeepL):
Lo que hace que la red esté viva es, simplemente, nosotros. Nuestra presencia, a menudo llevada a la velocidad de la banda ancha, es constante y obligatoria. Gracias a nuestra actividad, la web ha reemplazado las guías telefónicas y está en proceso de reemplazar los teléfonos. Es el lugar que responde a nuestras preguntas en cuatro décimas de segundo y nos envía clips divertidos que mezclan los tipos de «Regreso al Futuro» con la banda sonora de «Brokeback Mountain». Es la principal fuente de noticias para la población no artrítica, y un megáfono para aquellos que hacen sus propios medios de comunicación. A medida que seguimos descargando nuestras actividades en la web y añadiendo nuevas actividades previamente inmanejables o impensables, es justo decir que nuestra existencia diaria es un efecto de red. Eso ha hecho algunas espléndidas oportunidades para nuevas compañías inteligentes y ágiles, y ha amenazado la existencia de las antiguas ahora a flote en la corriente principal.
La traducción es un poco rara, pero se entiende: lo que teníamos y hacíamos antes en internet lo tenemos y hacemos ahora magnificado en nuestros móviles hiperconectados a internet. Y si hay algo que hayan magnificado estos dispositivos, eso ha sido el uso de redes sociales.
En ese tema Levy habla de la ‘sabiduría de masas’, ese ya célebre concepto según el cual una comunidad de usuarios puede llegar a aunar tanto conocimiento como cualquier gran experto en una temática concreta. Es un poco exagerado, claro, pero la idea ha sido germen de esa otra revolución que hemos vivido de forma paralela al auge de internet y los móviles: el de las redes sociales que, atención —siempre lo he dicho— son nuestra creación.
Somos nosotros los que hacemos todo el trabajo y generemos todo el contenido. Las Facebook, Twitter, Instagram, TikTok o LinkedIn del mundo simplemente ofrecen una herramienta para que ese contenido llegue al resto de los usuarios. Es un esquema mágico y prodigioso que ha logrado crear y destruir imperios porque como decía CmdrTaco, aquí podemos hablar tanto de la sabiduría de las masas como de la tiranía del populacho (tyranny of the mob), esa que por ejemplo ha logrado que TikTok pase de tener 4,5 a 2 estrellas de puntuación en Google Play en India (aunque Google ha entrado en acción para corregir la situación). Haz enfadar a la comunidad, y ésta actuará en consecuencia desvirtuando el valor de la plataforma.
Las cosas se están desmandando en los últimos tiempos, pero claro, tenemos las redes sociales que merecemos. Usuarios tóxicos, bots, desinformación y noticias falsas campan a sus anchas por unas redes que han creado una nueva generación de celebridades —The Washington Post hacía hoy un perfil de Charli D’Amelio, sensación en TikTok con 56 millones de seguidores— y que han amplificado aún más los mensajes de las celebridades que ya lo eran. Mirad si no a Donald Trump, que la ha liado hace poco en Twitter (otra vez) y ha amenazado con regular e incluso cerrar esta y otras redes sociales.
No haría mucho caso de ese comentario de Trump. Bueno, no haría mucho caso de ningún comentario de Trump, aunque debo reconocer que con su guerra comercial con China su singular forma de hacer las cosas igual no estaba tan desencaminada.
Con lo que me quedaría, sea como fuere, es con el hecho de que esa «Live Web» de la que hablaba Levy es hoy una realidad gracias a unas redes sociales que nos han convertido en borreguitos y en adictos de la gratificación instantánea que proporcionan esos maravillosos mensajes de 280 caracteres —lo dice un adicto a Twitter— o esas fantásticas fotos de comida.
Aunque no esté rica, oye. Lo importante es la forma, no el fondo.
Argh.
Y aún así aquí nos tienes leyendo y comentando en tu blog y no simplemente «likeando» fotos o retuiteando 😉 Son días raros con discusiones sobre los límites de la libertad de expresión, las plataformas, la censura… Esto seguro que Tom de MySpace con su sonrisa no permitiría y simplemente nos recomendaría a todos una buena canción 😉