Eh, tú, lector, no te despistes, por favor. No, no, no mires esa otra pantalla. No mires el reloj, ni cambies de aplicación en el móvil. No saques fotos, leñe. Céntrate. Léeme.
Igual deberia empezar así todos los posts, pero creo que los que me leéis sois tíos (y tías) con criterio. De esos que no procrastinan y no se leen solo el titular porque con eso les basta. Estoy seguro de que mientras me leéis no estáis a otra cosa mariflower. Fijo.
Pero si lo hacéis, que sepáis que no estáis solos. Estamos en la era de la economía de la atención. Todos intentan robarle unos minutitos de atención a todos. Twitter, Facebook o Instagram lo han sabido ver muy bien y han aprovechado el hecho de que la mayoría de los seres humanos nos cansamos de prestar atención a una sola cosa con bastante facilidad.
Así que nada de largos posts en un blog o de largos vídeos en YouTube. No, majos. Aquí lo que prima es cosas cortitas y fácilmente digeribles. Pedirle a cualquiera que dedique, no sé, 5 minutos a leer un post como este, por muy bien que esté, es como pedir el cielo.
La receta del éxito parece que se cuece con tres refranes populares. El primero, el de «Lo bueno, si breve, dos veces bueno». El segundo, el de que «una imagen vale más que mil palabras». Y el tercero, el de «Compartir es vivir». Con una pizquita de pecados capitales (envidia, avaricia, soberbia) ya lo tenemos todo.
Y así nos pasamos la vida, entre likes, shares, retuits y replies. Es casi imposible escapar de esa rueda que todo se lo lleva consigo porque la gratificación instantánea funciona. «Ay, me ha hecho Like». «Ay, me han retuiteado este tuit». «Ay, han compartido mi foto».
Con tanta tontería lo que suele ocurrir es que acabemos más pendientes de lograr esas gratificaciones instantáneas y efímeras a centrarnos en aquello que deberíamos centrarnos. Aquí yo soy el primero que tira la piedra, queridos lectores, porque me distraigo y cambio de contexto más de lo que debería.
Justo esos cambios de contexto es lo que tratan de evitar algunos productos y tendencias aparecidas en los últimos tiempos. El buenismo del digital wellbeing de Google o Facebook ha hecho que parezca que estas empresas que se arrastran por las migajas de nuestra atención nos quieran evitar que desperdiciemos el tiempo con sus servicios y aplicaciones. Un intento bastante hipocritilla de quedar bien con el populacho, pero oye, al menos hacen algo al respecto.
La culpa de estar distrayéndonos constantemente no es de los Facebook, Instagram, WhatsApp o Twitter de turno. Tampoco de tu smartwatch o smartphone hipersónico con sus notificaciones. Como decía, hay quien trata de inventarse productos para evitar esas distracciones. El Kindle para leer, el iPod Classic para escuchar música, o móviles hipercapados para no estar atrapados en el frenesí de la era TikTok.
Lo comentaban hoy mis compañeros Antonio Sabán y Javier Lacort, y de hecho Antonio entonaba muy bien el mea culpa con un tuit que comparto al 100%.
Así es, amigo. Si quieres leer, lee. Si quieres escuchar música, escucha música. Que oye, puede que lo hagas mejor en un Kindle o en un iPod Classic.
Pero no los uses como excusa porque tus otros dispositivos te distraen.
Ellos no tienen la culpa. La tienes tú. La tenemos nosotros.
¿Habéis leído todo esto del tirón? 🙂
Leído del tirón ?También soy de los que se distrae o no puede estar haciendo solo una cosa porque me parece que no estoy optimizando mi tiempo, siempre tengo en el monitor (ultrawide) varias apps separadas o utilizo el PiP mientras me veo un video de Youtube puede que esté jugando también con la Ps4.
Horror!
Tiene más que ver con qué estamos cogiendo la costumbre de «consumir» varias cosas a la vez, de forma inconsecuente, mientras que para trabajar o crear tendemos todavía a ser más eficientes en mono-tarea. Distraerse es fácil, y la economía de la atención juega con eso. Por cierto, me has recordado a un ensayista surcoreano que escribía sobre la «economía del cansancio» y uno de sus aspectos era precisamente el tema de la atención. Ponía de relieve que a nuestros sistemas políticos y económicos les interesa «distraer y cansar» , sobre todo porque de algún modo, el estrés y la falta de tiempo son excelentes para la compra impulsiva, el consumo y la autoexplotacion subconsciente del trabajador. Quizá por Corea del Sur es algo extremo, pero no es algo en absoluto descabellado en otros países.
El tema del neuro marketing (y de refilón, la constante distracción por impulsos en la que se basa, y ahí entran tanto TikTok como las tragaperras, entre otras cosas… ?) da para libros interesantes, pero por dios, qué mal cuerpo se le queda a uno.
P.D.
Si logro recordar el nombre del ensayista, lo repostearé por aquí 🙂
Qué bueno Lambda, gracias
Byung-Chul Han
En serio, no tiene ningún desperdicio leerle. Los libros que van sobre la «sociedad del cansancio» o «la sociedad de la transparencia» dan que pensar.
Apuntado, gracias por las recomendaciones. Soy poco de esos libros porque suelen enrollarse, pero les intentaré dar un tiento.
Explica Marta Peirano que lo de verdad nos engancha son los llamados bucles (loops) de dopamina, que se consiguen, con con el like, sino con el like posible.
Es decir, lo que de verdad nos vuelve adictos son las recompensas aleatorias. No sabemos cuándo esperar tenerla y cuando no, y eso es lo que nos tiene el 100% del tiempo enganchados.
Otro apunte es que, si bien, es nuestra responsabilidad controlar nuestra adicción, tampoco hay que flagelarse por cada flaqueza. Pues, lo que a nosotros nos parece una voluntad débil, en realidad es nuestra lucha inconsciente contra la lucha consciente de cien ingenieros que trabajan durante años exclusivamente para lograr cada uno de esos deslices por nuestra parte.
Así pues, la vía para combatirlo es: Saber en qué consiste, entender el daño que nos hace (aún no somos conscientes del todo) y buscar romper esas recompensas aleatorias.
Por eso, por increíble que parezca, técnicas como «mirar el email una sola vez al día» se convierten en la panacea de la productividad.
¡Y es que de verdad funcionan!
Pero es porque, de verdad, somos unos adictos redomados, totalmente dominados por el sistema actual.
Pues es cierto: el posible like es lo que nos atrapa. O la posible respuesta en WhatsApp, o en el correo, o en FB. Bien visto Uxío, mola ese apunte de Marta Peirano.
Como dices, lo ideal es no caer en esas tentaciones pero ya sabes lo que decía Oscar Wilde, «la mejor forma de vencer la tentación es caer en ella». 😛
Buen libro el de Marta Peirano. Resulta además que los 100 ingenieros que trabajan para captar nuedtra atención utilizando técnicas similares a las del condicionamiento que se ensayaron en animales a mediados del siglo pasado están entre los mejores de su generación. Los mayores cerebros del planeta los fichan Google o Facebook para robarle horas a tu día y a tu sueño en lugar de estar intentando resolver los grandes retos actuales y futuros de la humanidad. Hay que hacer un gran alarde de fuerza de voluntad para salir del círculo.
A mí me agotan los textos largos en el móvil.
me los paso a «Pocket» para que me los lea en voz alta.
Y ahora voy a probar una app de lectura de textos que pinta bien.
El problema no es la distracción en sí, el problema es que los estímulos y la inmediatez a la que estamos sometidos hacen que seamos «menos permeables» pese a estar concentrados.