Nunca confieses que has mentido o te has equivocado.
Eso no se estila. Ni en la vida en general, ni en la tecnología en particular. Reconocer errores está mal visto y disculparse es signo de flaqueza, así que (casi) nadie lo hace. No lo hacen los políticos, desde luego. No lo hizo Facebook con Cambridge Analytica (salvo al final). No lo ha hecho Intel hoy al descubrirse que llevan más de un año sin corregir una vulnerabilidad grave a sabiendas de que sus micros seguían afectado. Y desde luego no lo ha hecho Tim Cook, que solo concedió que había un problema con los Macbook indicando que afectaba a «un pequeño número de usuarios«.
Y así estamos, cuatro años después. Con nuevo MacBook Pro que (por fin, supongo) abandona el teclado de mariposa y vuelve a los teclados de tijera de toda la vida. Bueno, a una versión adaptada a estos equipos, vaya, pero seguro que me entendéis. ¿Qué son para mí estos teclados?
La demostración de que el problema no afectaba a un pequeño número de usuarios.
Nadie cambia un proceso de fabricación porque solo algunos usuarios se hayan visto afectados. Lo cambian cuando pasa algo gordo, así que esto no es más que la admisión del problema por parte de Apple. No con palabras, claro, faltaría más. Con hechos. Cabezona como ella sola durante los últimos cuatro años, Apple ha tenido que dar marcha atrás y tratar de abordar el problema desde otra perspectiva. La más coherente, diría yo, porque los teclados de mariposa nunca parecieron convencer del todo a nadie.
Y así estamos, con un equipo que es a priori una buena evolución del MacBook Pro de 15 pulgadas de toda la vida (no del otro). Mismo chasis y marcos más delgados permiten que la diagonal crezca, pero no tanto como parece (eran 15,6 pulgadas, ahora son 16), mismo ratio de aspecto (16:10), y mejoras sensibles en su hardware. Todo promete en un equipo que yo sinceramente creí que sería ridículamente caro. En realidad es caro sin más, lo que para mí ha sido realmente una sorpresa: 2.699 euros por el nuevo modelo parece una cantidad casi aceptable (así, en cursivas) para un equipo del que se había hablado tanto.
Pero lo que más me gusta del MacBook Pro no es eso. Es la tendencia que comparte con los nuevos iPhone 11 Pro. A ver si adivináis cuál.
Yep. Son más gorditos.
Así es: ahora el grosor es de 16,2 mm cuando antes era de 15,5 mm, lo que permite a Apple hacer la misma jugada que con sus móviles de última generación: la batería es ahora de 100 Wh, que curiosamente (o no tan curiosamente) es el máximo que se permite en EE.UU. a la hora de volar. El equipo es potente y esa pantalla seguramente sea glotona en ese ámbito, así que alcanzar una batería de esta capacidad (era de 83,6 Wh en el modelo más reciente) es desde luego llamativo y muy buena noticia.
Eso es algo que me mola de Apple: parece haber dejado atrás esa moda absurda de hacer dispositivos ultradelgados para aportar en ese terreno que sí importa, el de la autonomía, y estos MacBook Pro son un paso adelante en ese sentido.
Hay otros cambios significativos en el equipo: las primeras impresiones de John Gruber, por ejemplo, son interesantes, y aquí menciona por ejemplo buenas decisiones en el teclado -tecla Esc física, a tope con la COPE- o unos altavoces que por lo visto son la pera limonera. «Es como de ir de una pantalla con unos pocos píxeles a una Retina», dice. No sé cuánto usáis los altavoces de vuestro portátil, pero yo apenas lo hago. Así que bien por el esfuerzo, pero no es un área prioritaria para mí y no sé si para algún usuario. Lo que sí deberían tocar (y no han tocado) es la webcam, a la que además de cambios en el sensor, por cierto, no le vendría mal algún tipo de interruptor de privacidad. Sobre todo cuando Cook ha sacado pecho en numerosas ocasiones hablando de lo importante que para ellos es protegerla. No tanto, parece.
Más interesante me parece la mejora en los micrófonos «con calidad de estudio», afirman, y que podrían ser útiles para grabar podcast sin más, aunque quien se gaste 2.700 lereles en este equipo digo yo que se gastará (al menos) 100 en un buen micrófono. Por lo demás mantienen CPUs -pero parece que ahora trabajan a tope de forma más sostenida si lo necesitas- añaden las nuevas Radeon Pro 5000M que veremos cómo tiran (según AMD, un 50% más rápidas que las GTX 1650) y mantienen conectividad, o sea que nada de puertos USB tradicionales, algo que ya puestos podían haber metido junto a una ranura SD. No se puede tener todo, supongo.
¿Qué me parece el MacBook Pro? Pues caro de narices, claro, pero desde luego más prometedor que sus predecesores, que no entiendo muy bien para qué sacaron hace seis meses cuando quedan totalmente ensombrecidos por este modelo. Lo que sí me gustaría es ver un MacBook Pro de 14 pulgadas (aprovechando el chasis del 13,3) en esta misma línea. Y ya puestos, sin Touch Bar. Y a menos de 1.300 pavetes. Ese sería un producto bastante redondito, en mi opinión.
Sea como fuere, me quedo con esa sensación de que Apple ha tomado el pelo a mucha gente durante cuatro años. Como decía Owen Williams en Twitter.
Perdonadme por no estar flipado con el súperordenador de Apple cuando han estado vendiendo modelos rotos durante cuatro años e insistían en que no había ningún problema.
Pues eso. Que le perdonéis. Y a mí también, ya de paso.
Pues yo me tiro a la piscina y pronostico que lo siguiente en caer sera la (para mi) inutil touch bar.