Este fin de semana pasado estuvimos de excursión con unos amigos: muchas caminatas y, por supuesto, mucha comida. Pequeño mensaje para los jóvenes: el turismo que se hace a partir de cierta edad es más gastronómico que otra cosa 🙂
El caso es que en una de las sobremesas salió en la conversación una idea que me hizo recordar algo que había leído hace mucho tiempo. No sé por qué se me quedó aquello, pero ahí estaba, latente, preparado para hacernos pasar un rato divertido.
Se trataba de una pequeña prueba de memoria en la que hay que hacer algo teóricamente muy sencillo: dibujar una bici. No valen garabatos, chicos: hay que intentar hacer una bici, aunque sea con un dibujo sencillo, pero una que funcione. Vamos, como si tuviérais que darle eses dibujo a un constructor de cosas que no tiene ni idea de qué es una bici. Y no vale buscar una foto en Google o algo así para copiar y recordar cómo era: tenéis que hacerlo sin ayuda y sin haber visto bicis de verdad (o haberos fijado en ellas) recientemente.
Los resultados, como leí en aquel artículo, siempre son sorprendentes y graciosos, como demuestran las imágenes con unos bocetos que ni Leonardo da Vinci. Nosostros nos estuvimos riendo un poco con nuestros diseños imposibles, pero lo realmente gracioso fue cuando le dijimos a nuestros peques (dos por familia) que dibujasen también ellos una bici. Los resultados no estaban demasiado lejos de los nuestros.
Si queréis probar, adelante, pero os aviso: como veis en las fotos, ninguno de nuestros dibujos cumplía demasiado con el diseño real de una bici, y probablemente ninguno hubiera podido ser construido de verdad.
El artículo, para los que tengáis curiosidad, salió en 2016 y lo publicó entre otros el blog de Jason Kottke (una apuesta segura siempre), porque allí contaban como la Velocipedia es precisamente un proyecto que un chaval puso en marcha para ir pidiendo a la gente que dibujara bicis, y a partir de ahí hacer renders de cómo serían esas bicis si se construyesen. El resultado es fantástico visualmente, pero también gracioso y ridículo a partes iguales.
De hecho ese simple ejercicio demuestra cómo funciona nuestra memoria y cómo prestamos (o más bien, no prestamos) atención a los detalles. Es curioso, porque la ciencia nos dice que si queremos recordar algo, lo mejor que podemos hacer es dibujarlo.
Ya sabéis. Dibujad mucho. Y si queréis, probad lo de las bicis con amigos, a ver qué sale de ahí. Seguro que os echáis unas risas, como nosotros 🙂