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‘Hombres buenos’, mejor con palomitas

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Tenía un poco abandonado a Don Arturo, al que desde hace mucho tengo en un pedestal pero del que aplacé la lectura de su última novela tras una algo decepcionante ‘El francotirador paciente’ y una aún más agridulce ‘El asedio‘. Cierto que leo su columna semanal en Patente de corso, pero andaba en otras cosas cuando presentó su última novela, ‘Hombres buenos’ (10,44 euros en formato Kindle, 14,21 euros en tapa blanda, 21,76 euros en tapa dura en Amazon), y no acabé de encontrar el momento de leerla.

Eso ocurrió hace poco y de rebote. Hice un regalo egoísta -de esos que haces para luego disfrutar tú también- a mi madre, a quien esta vez libré del tradicional Premio Planeta con mucha intención. Así fue como por fin pude comenzar a leer esta novela y hacerlo además a la antigua: en papel, como está mandado.

Pero vayamos al asunto. Lo cierto es que no había oído ni leído nada especialmente reseñable de la novela, y mi madre -filóloga española y ávida lectora, entre otras muchas virtudes- me hizo un comentario poco prometedor. Quizás por eso la cogí con ganas -no esperar demasiado suele garantizar sorpresas agradables-, y quizás por eso me gustó bastante.

hombres

Todo en ‘Hombres buenos’ es familiar. Yo diría que aquí recuperamos al Pérez-Reverte de esa tristemente extinta serie de novelas del Capitán Alatriste en muchas cosas. No estrictamente, claro, pero sí en espíritu. En vez de a un Capitán Alatriste tenemos a un don Pedro de Zárate, y en lugar de a situar la acción en la España del siglo XVII lo hace un siglo más tarde, justo a las puertas de la Revolución Francesa.

Los personajes y la trama son facilones pero no por ello menos entretenidos, y aquí lo que para mí queda patente es que Don Pedro Zárate es un Pérez-Reverte reencarnado. Puede que sea impresión mía, pero los protagonistas de sus novelas tienen mucho de él, y resulta curioso (o quizás no) que Zárate tenga más o menos la edad y planta del escritor. Yo acabo imaginándome a Don Arturo vestido de la época y listo, ya tengo mi película hecha.

Pero más que en lo físico, a Pérez-Reverte se le reconoce sobre todo en cómo actúa, piensa y habla Zárate. En cómo pone a caldo a esa España dieciochesca de la misma forma que ahora lo hace con la del siglo XXI. En cómo reniega de la estupidez humana y de esa iglesia que condenó nuestra historia y nuestro progreso durante siglos, y en cómo aprovecha también para ensalzar la literatura. En realidad el libro es como una gigantesca columna crítica, mucho más entretenida pero con ese mensaje perenne del autor. Resulta esperanzador que su opinión del XVIII sea básicamente igual que la actual, porque si salimos de aquellas -y mira que lo teníamos jodido complicado- puede que salgamos también de estas pese a todo. Y a todos.

Todo me ha gustado de la novela, y aquí merece mención especial ese curioso experimento que no había visto en ningún lado -que me corrija alguien aquí, pero que yo sepa es pionero en esto- y que hace que Pérez-Reverte incluya un making of como parte de la trama. El autor aprovecha algún que otro parón no ya para contarnos la historia, sino la historia de cómo iba construyendo la historia. Qué libros consultó (aquí se pone un poco pesado y, añadiría, pedante, pero si puede presumir de algo es ser un tipo muy leído), con quién se entrevistó y cómo fue de acá para allá a la hora de construir una historia que como puede verse lleva mucho más trabajo del que parece.

Lo curioso (o quizás no, insisto) es que Pérez-Reverte disfruta mucho más de esa parte -o eso parece- que de la acción de crear (escribir) en sí. Ponerle palabras a la historia es un mero trámite. Uno, además, incómodo. Lo que le mola es precisamente elaborar la trama y a los personajes, darles forma con ayuda de libros y personas y perfilarlo todo en su mente mientras se toma un café en una terracita de París o se da un paseo por el Madrid de los Austrias. Personalmente me ha parecido curiosa esa cara B del libro, y además saco alguna que otra enseñanza para mi propio trabajo. Por ejemplo, la de no tomar demasiadas notas cuando entrevistas a alguien: eso corta al entrevistado. Mola.

Así pues, bien por ‘Hombres buenos’, una historia que me reconcilia (si había algo que reconciliar) con Don Arturo y que siendo muy distinta a mi anterior elección hace que me quede con más ganas de leer, que es lo que importa. A menudo uno se topa con libros que precisamente le dejan estancados y sin ganas de más malas experiencias. Este no es de esos. Supongo que sabréis a qué me refiero cuando alguien dice lo de que se va al cine a ver una peli de palomitas. Ahí pides entretenimiento sin más.

Pues bien, yo diría que esta es una novela de palomitas. Que es mucho más de lo que puedo decir de otras cosas que he leído. Bien por Don Arturo.

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3 comentarios en “‘Hombres buenos’, mejor con palomitas

  1. Tomo nota.

    Siempre me gustó Reverte. Pero últimamente, estaba un poco harto.

    La del francotirador grafitero me decepcionó, aún reconociendo que mejoraba un poco las últimas cosas que le había leído (como El pintor de batallas, por ejemplo, que me quitó las ganas de Reverte durante una buena temporada).

    La tabla de flandes, La reina del Sur, El maestro de esgrima y La piel del tambor son, por ese orden, mis favoritos (de Reverte), y todos ellos se encuentran en el top de mis novelas preferidas a nivel global.

    • Me suena haber leído en alguna entrevista que «El pintor de batallas» era para Pérez-Reverte su novela más difícil y de la que más orgulloso estaba. Me costó terminarla, pero creo que fue porque era demasiado cruda y áspera. Con el tiempo la recuerdo con mejores sensaciones, como si hubiera madurado. La de los grafiteros tenía ya mala entrada en mi caso: no soporto los grafittis, pero le di una oportunidad por aquello de ser de este hombre.

      No sé en qué orden pondría yo las novelas -desde luego esas cuatro estarían- pero por ejemplo todas las de Alatriste tendrían su sitito. Saludos Uxío 😉

      • Alatriste es una genialidad, aunque también llegó a cansar un poco dado el número de entregas. Cada Navidades caía uno.

        «El pintor de batallas» de Reverte es como «The Wall» de Pink Floyd, machaca demasiado una guerra que ya pasó.

        Territorio comanche era una aproximación mejor. A mi juicio, of course.

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