Hace unos meses, en ‘Tres historias de periodismo moderno‘, hablaba sobre algunos intentos que han surgido a la hora de darle forma a ese periodismo online que sigue estando protagonizado por el todo gratis. Una de ellas era Blendle, el intento de un grupo de emprendedores que se caracteriza por el hecho de que los lectores pagan por artículos periodísticos de varios medios holandeses.
El sistema parece haber despegado con buen pie: hay más de 135.000 suscriptores, y según los fundadores cada mes se apuntan entre 20.000 y 30.000 más, que pagan entre 0,1 y 0,3 euros para acceder a artículos y reportajes en holandés. El modelo parece haber atraído el interés de una gran editorial (Axel Springer) y de un medio legendario como The New York Times, pero me encuentro en Quartz -vía el Causas y Azares de Antonio- con un artículo en el que dan su versión sobre ese modelo de negocio.
Que según el autor, no tiene ningún futuro. Los argumentos que esgrime son poderosos, y sobre todos ellos destaca el hecho de que al menos en inglés la abundancia de contenido gratuito es brutal. ¿Por qué voy a pagar por un artículo sobre un tema, cuando seguramente lo encuentre gratis y éste sea igual de bueno (o mejor)? Puede que Blendle tenga cierto éxito ahora porque el holandés no es un idioma tan extendido a la hora de cubrir todo tipo de noticias y reportajes, pero si uno quiere escalar en idiomas “masivos” (y me temo que el español también es uno de ellos), esa opción ya parece tener muchos problemas para prosperar.
Hay otras razones adicionales, como la renuncia al modelo de ingresos publicitarios, la “falta de serendipia” (el descubrimiento de contenidos relacionados es más difícil) o las dudas sobre la amortización de un modelo que hace difícil crear historias propias con gran presupuesto (algo que solo pueden hacer medios como el NYT). Y sin embargo, el penúltimo párrafo es el que quizás más pueda pesar en esta filosofía:
Las editoriales que están tentadas por el modelo de Blendle también ignoran los daños sufridos por la industria musical. Una vez que al usuario se le dio la opción de comprar cada canción por separado (por un dólar, no 20 centavos [como estos micropagos para medios online]) los ingresos medios por usuario (ARPU) rápidamente se colapsaron, y no hubo vuelta atrás. Además en ese momento la música de pago no competía con contenidos gratuitos -salvo por la piratería- en la forma en la que el contenido de pago se enfrenta a una profusión de contenido editorial, a veces excelente.
Para los que vivimos de esto, ya lo he dicho en más de una ocasión, sigue sin haber alternativas prometedoras. Los modelos de suscripción como los de ElDiario.es parecen ser aceptables, pero no siempre son aplicables, y puede que en realidad no seamos más que actores de la palabra escrita, como decía en una reflexión fantástica Fabrizio Ferri en su blog hace bien poco.
¿Por qué es una sombra? El artículo me gusta mucho, pero creo que todos (y el peridismo más) tienen una mirada demasiado romántica y nostálgica de su oficio. Lo importante desde el punto de vista social es el acceso libre a la información y su posibilidad de crítica. Si eso da lugar a un negocio editorial o no, es bastante irrelevante. Hay mucha crítica del establishment queriéndonos decir que una catástrofe se avecina si esto queda en manos de «aficionados», pero los aficionados (es decir, los que no cobran por escribir) están resultando ser brillantes comentaristas e informadores. Y el mundo sigue. Incluso con proyectos editoriales que darán de comer a gente que emprende con ello. Si no son conglomerados de cuatrocientos redactores y doscientos millones de facturación es todavía más irrelevante.
Bueno, no es irrelevante para alguien que como yo se gana la vida con esto :/ La sombra se hace más y más grande por lo que veo.
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