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Una historia de padres

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Hace cierto tiempo un conocido (llamémosle Nathan, que mola) se encontró con un amigo de la infancia (llamémosle Harry, que también mola) al que no veía desde hacía 10 o 15 años. Nathan, cuarentón español con aspecto aún saludable, salía de comer con su flamante familia en un chiringuito muy español, y Harry -con aspecto aún más saludable- pasaba por allí por casualidades de la vida.

Harry, muy educado, le preguntó a Nathan qué tal le iba la vida. Como Nathan tenía de español todo menos el nombre, comenzó a hablar maravillas de lo bien y feliz que estaba con su mujercita (por ejemplo, Sarah) y sus dos retoños (la mayor, Lizzie, de tres años, y el pequeño Dwayne, que apenas tenía uno). Disfrutaban de lo lindo de esos momentos de padres, le dijo Nathan, que sacaba pechumbre española y al que se le llenaba la boca al hablar del tema, orgulloso de sus cachorros y de su vida igualmente española.

¿Y tú qué tal? -preguntó Nathan, con un poco de sornilla.

Pues yo de p. madre‘, contestó Harry, que aún más henchido de orgullo le comentó cómo a él no le iba eso de casarse o tener niños. ‘Salgo y entro cuando me da la gana, soy monitor de esquí en invierno y de tiempo libre en verano, voy a fiestas día sí día también, duermo hasta las 2 de la tarde y mi vida es básicamente como la de James Bond pero sin las partes peligrosas‘. Puede que lo de vivir como James Bond nunca lo dijera, pero Nathan hubiera jurado que había concluido así el breve resumen de su vida.

Y dicho esto, el saludable Harry esbozó una leve sonrisa, estrechó con fuerza la mano de Nathan (que más tarde se pondría un poco de Voltarén para reponerse), se puso sus gafas de Maverick y se fue, cachitas y bronceado, en su flamante Z4 descapotable (detalle verídico) de allí.

Por supuesto, nunca llegaría a ver la cara que se le quedó a Nathan, cuya ibérica pechumbre ya no parecía tan henchida.

***

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La historia sucedió, y salvo por alguna que otra ligera exageración y por los nombres, es básicamente exacta a la situación real. Y aunque no sea tema habitual en Incognitosis hablar de mi familia, no he podido evitarlo, porque el post de Quartz ‘Hands down, people without kids have better lives—except for this one major thing‘ es una de las mejores formas que he encontrado de explicar la sutil diferencia entre los que somos padres y los que no lo son.

Porque como dicen en el post, los padres dormimos menos, estamos menos en forma (aunque últimamente eso ya no lo tengo tan claro), tenemos menos libertades económicas, tenemos menos vida social, disfrutamos de menos música y películas (aquí de nuevo entran las dudas), nos preocupamos más, sufrimos más de estrés o echamos de menos más los buenos y viejos tiempos. Todo cierto, o casi.

Hasta que uno llega a la conclusión igualmente aplastante de ese artículo: que eso de que los que no son padres son más felices es un mito. Doy fé, y creo que simplemente los padres tenemos una felicidad… distinta. Ni necesariamente mejor, ni necesariamente peor. ¿Echo de menos los tiempos en los que no tenía críos? Podéis jurarlo. ¿Los cambiaría por los de ahora? Nope.

Y por cierto, tampoco los cambiaría -y lo sé de buena tinta- el bueno de Nathan, al que os aseguro que se le pasó el susto muy pronto. Su pechumbre española y el orgullo por sus cachorros están intactos. Puede que hasta hayan crecido, diría yo. Como los míos.

Va por ti, Nathan.

Imágenes | Javi y Lucía (propias, claro)

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22 comentarios en “Una historia de padres

  1. Totalmente de acuerdo, en mi caso concreto además me ha servido para, debido a esa falta de tiempo, aprender a organizarme mejor y ahora hago más deporte aunque tengo menos tiempo «personal» lo aprovecho infinitamente mejor.

  2. Marcos dice:

    Palabra por palabra pienso igual que tu. Cada uno que viva la vida como quiera y que tenga los niños quien quiera pero hay que tenerlos para saber lo que es.

    Un saludo javier.
    Enhorabuena por tu familia.

  3. Antonio dice:

    Entrada perfecta para los cuarentones como yo, con dos criaturas a las que alimentar, poco tiempo y poco dinero para uno mismo.
    Felicidades creo que este es uno de los mejores blog que se pueden leer en español.

  4. Esther dice:

    Enhorabuena por el post! Yo no soy ni Nathan ni Harry, digamos que soy Bridget, que rozo los 40 y que está harta de que le pregunten qué va a hacer con su vida (por lo visto, si no tienes hijos a esa edad, ya no tienes vida). Y he de decir que hay que respetar ambas opciones, tener hijos o no es una opción de vida y quienes eligen una u otra pueden disfrutarla plenamente, cada uno a su manera. Eso sí, estoy hasta el moño de esas mujeres que por parir se creen «supermujeres» cuando en realidad le endosan todo el trabajo de crianza a los abuelos y, en no pocas ocasiones, a los maridos. Que seguro que más de uno estáis asintiendo con la cabeza… Enhorabuena a todos!

    • Gracias por tu comentario querida Bridget. Qué razón tienes, y de todo tiene que haber (y hay) en esta vida. Efectivamente, hay padres y padres (como hay no-padres y no-padres) de todo tipo, y como dices lo importante es respetar a todos.

      De lo de los abuelos prefiero no comentar 😉

  5. SrPerroverde dice:

    Aquí otro Nathan, y eso que no quería tener hijos… La verdad es que por mucho que te expliquen, hasta que no lo vives no te haces una idea clara de lo qu te significa. Aunque esto depende mucho de cada persona.

  6. pablo dice:

    62 tacos que tengo.
    Al llegar el momento de casarme tomo dos medidas:

    Hacerme de Adeslas para los partos.
    Encargo los marcos para la puerta corredera que me «aislara» de la prole cuando llegara. Mi individualidad era sagrada.

    Jamás tuve hijos… muchos sobrinos alrededor siempre, eso si.
    Los he echado de menos? … no sabría contestaros. Soy bastante feliz.

  7. fartus dice:

    Pues yo creo que todo es cuestión de tiempos. En algún momento, antes o después, Harry sentará la cabeza y se encontrará en la misma situación que Nathan. Al final todo depende de cuando.

Comentarios cerrados.