Hace unas horas ha salido publicado mi último especial en Xataka antes de las vacaciones, «Firefox, el auténtico rockero de la web que nunca muere«. Creo que es lo más largo que he escrito hasta ahora allí, y lo cierto es que mientras aporreaba el teclado ni me enteraba de cómo iba: era uno de esos temas que coges con tantas ganas que básicamente no paras de querer añadir cosas.

Ya no uso Firefox casi nunca. Lo tengo de navegador de apoyo (junto a Opera), pero Chrome me conquistó rápidamente por su apuesta por la simplicidad ante un desarrollo que había olvidado algunos de los principios importantes por los que abogaba en sus comienzos. Nunca he vuelto a usar de forma frecuente Firefox, pero al igual que Opera -merecería otro artículo similar, quizás lo movamos en Xataka- creo que es un desarrollo que tiene tanto o más peso por sus prestaciones que por lo que ha significado para Internet.

Porque Firefox hizo que el gigante IE se tambalease, y demostró que un desarrollo Open Source podía competir con los grandes del mercado. La filosofía defendida por Mozilla se ha mantenido sólida todo este tiempo (salvo pequeños deslices obligados, como el del soporte DRM en HTML5 que acaban de anunciar). Esa apuesta por los estándares abiertos y por un mundo sin APIs y SDKs nativas, sin barreras y sin esos sistemas de control que imponen otras empresas es la base, entre otras cosas, de Firefox OS, que ahora mismo tiene las cosas muy complicadas pero que es uno de esos proyectos valientes y honestos que merecen mucho más de lo que probablemente conseguirán.

Pase lo que pase, ahí queda mi homebaje para un navegador que ha hecho historia y que, espero, siga haciéndola. Los viejos rockeros, ya se sabe, nunca mueren.