Me he quedado un poco preocupado tras identificarme completamente con el artículo de BGR de ayer (el enlace, vía @mcontreras) en el que el autor, Darren Murph, hablaba de cómo el concepto de «Fuera de la oficina» ya no existe prácticamente para muchos de nosotros. Estamos todo el día conectados, y en la mayoría de los casos eso significa que estamos todo el día en la oficina, sea cual sea ésta.
Nosotros nos lo hemos buscado, claro. En mi caso asumo la culpa: como le sucede al citado autor, soy un culo inquieto en tema de cacharritos y servicios web. Me apunto a (casi) todo, y aunque muchas de esas novedades acaban en el cajón del olvido, otras acaban formando parte de esa batalla diaria por mi atención. Porque todos esos servicios y cacharros la reclaman. El correo, Twitter, Google+ (mucho menos, lo reconozco), WhatsApp, las llamadas de teléfono y otras tantas fuentes de distracción hacen que vivamos en un mundo en el que la multitarea personal parece inevitable.
No me mola la multitarea. No solo porque normalmente soy incapaz de hacer dos cosas a la vez, sino porque cada vez me doy más cuenta de que centrarse en una sola cosa, sin más, es mucho más recomendable. Incluso leer un artículo largo en Internet –F11, F11, F11– se está convirtiendo en una tortura, porque saltan chats o porque de repente miro de reojillo la pestaña de Gmail o de Twitter, tan bonitas ellas, esperando a que mire por si alguien o algo de repente reclama mi atención. Casi pidiendo que me la reclamen para hacer ese cambio de contexto. Es totalmente involuntario y casi inevitable: me cuesta un mundo quedarme en un artículo largo hasta el final.
Y ahí es donde entra mi pequeño momento revelador de ayer. Cogí un libro impreso recién comprado (¡hereje!), algo que no hacía desde hacía bastante tiempo, y me puse a leerlo un ratito. No fueron más de 10 minutos –llegaron los enanos y ahí ya ni multitarea ni leches– pero durante ese tiempo no hubo distracciones ni molestias. Disfruté. No del texto en sí –pronto para dar juicios, quizá lo cuente por aquí– sino de la desconexión.
Fíjate tú que tontería. Y precisamente eso me hizo comprender que los libros en papel y los lectores de libros electrónicos –no los smartphones o los tablets, que invitan a la distracción– tienen un filón por explotar.
El de la gente que quiere desconectar de esa cruel e implacable multitarea.
Pues fíjate que a mí esa facilidad de estar en la oficina sin estar físicamente es algo que me da muchísima libertad y tranquilidad a la hora de viajar o tomarme pausas con motivo de circunstancias familiares sin sufrir mayores agobios o remordimientos. Para mí el smartphone es una bendición en ese sentido.
Oye, hay gente para todo 😉
Pero ojo, que efectivamente leer en un e-book sin conexión a Internet ni notificaciones también es un acierto, concuerdo.
Leer un libro tranquilo es un placer impagable… Hoy en día, diría que mejor que el sexo.
Saber dedicarse un rato a uno mismo cada día, es lo más inteligente que puede hacer una persona.
Yo suelo desconectar el WIFI en el iPad y tengo quitado todas las notificaciones cuando quiero leer o ver una película.
Lo libros están bien, pero cuando el único momento de lectura lo tienes cuando todos duermen, en la cama y no quieres molestar a tu pareja con la luz de la mesilla, el ebook o tablet se convierte en un compañero casi imprescindible.
Recuerdo cuando empezó el wireless allá por el cambio de milenio (por lo menos cuando lo conocí yo) y se vendía como la posibilidad de trabajar desde la playa.
Lo que no decían los publicistas era que trabajarías desde la playa ¡en tus vacaciones!
El problema no es que la oficina pueda estar en cualquier sitio sino que parece que cualquier sitio se ha convertido en una oficina, no sé si me explico.
Te explicas y ese es el problema. Se ha perdido la convicción de que para que uno pueda estar siempre donde y cuando se le requiera, necesita poder ser uno. Y para eso es necesario tener un escenario donde se pueda desconectar del todo durante un rato.
Yo personalmente lo busco cada día y no tienen porque se horas, a veces con media hora o una hora es suficiente.
Y no vale decir que no te puedes permitir 1/2 ó 1 hora para tus cosas, sino es así. Tienes un problema y grande.