Aunque lo parezca, no estoy de vacaciones. Salvo por la semana pasada, en la que sí desconecté unos días –nada de portátil, y el móvil casi como si no existiese, todo un logro– estoy al pie del cañón. Puede que no en Incognitosis, pero es más por agotamiento (mis enanos sí están de vacaciones, je) que por otra cosa. Intentaré recuperar el ritmo, y comienzo comentando esa noticia que ha aparecido en Quartz en la que según fuentes cercanas a Google, el famoso 20% del tiempo que sus empleados podían trabajar en proyectos paralelos ha desaparecido.
Aquel célebre programa ha sido una de las mejores propagandas que Google se ha hecho a sí misma en toda su historia. No solo eso: la idea funcionaba, y de ella salieron proyectos como Gmail o, atención, AdSense. Larry Page parece haber tenido buena parte de culpa, poniendo trabas en los últimos tiempos a esos proyectos –que últimamente necesitaban la aprobación de mandos intermedios– y que por lo visto ya ni se permiten. En Google quieren aprovechar los recursos al máximo, y lo de desperdiciar la productividad –si a inventar Gmail se le puede llamar desperdiciar— no le debe parecer demasiado bien a los responsables de la empresa.
Para eso, dicen en el original, están el famoso y misterioso Google X Lab, que se convierte en una especie de división Microsoft Research y que curiosamente hace recordar cada vez, más y más, a la empresa de Redmond. Una empresa que antaño –así fue, aunque los más jóvenes no lo crean– tuvo el mismo encanto que hasta no hace demasiado tenía Google.
Tengo alguna referencia –cogida con pinzas– de cómo es la vida para los empleados de Google, y a pesar de ese buenrollismo que transmitían en muchos apartados –las famosas oficinas que fueron modelos para otras empresas que luego han copiado ese buenrollismo— la realidad, por lo que sé –de nuevo, no demasiado– es muy distinta. Si alguien juega al ping-pong en las oficinas de Google es porque hay un periodista de Callejeros por el mundo haciendo un reportaje. Porque esa gente no tiene tiempo, y lo demuestran sus procesos internos de auditoría de productividad que vendrían de perlas en (¿todos?) muchos sitios que conozco.
Por esa razón, por lo que mucho que curra la gente en Google, creo que es un error especialmente dramático que la empresa que en cierto momento parecía merecer aquel «Don’t be evil» elimine una política que probablemente daba alas a muchos empleados con ideas locas. Algunas de ellas sirvieron hasta ahora, y no entiendo –aunque asumo que habrán sopesado los pros y contras– que quieran cortar esa impresionante vía de innovación. Google cada vez parece menos Google.
Dame un trabajo con un horario justo y respétalo, o mejor aún mide mi rendimiento por objetivos y déjame a mi administrar el tiempo, pero por favor, no intentes ser mi padre o mi colega, solo mi empleador, OK?
Estoy hasta el nardo de empresas/empresarios que van de coleguitas/guays con mucha cancamusa y mucha tontería por el medio. A ver, que yo no necesito que me des tiempo libre para mis «hobbies», ni que me pongas una mesa de ping-pong o una maquina recreativa, o cualquier cosa que tu creas que es «cool» para mantener «contentos» a los niños estos, perdón, quería decir informáticos. Ni siquiera necesito una cafetería «fashion» o un sofá para echar una siestecita.
Respétame a mi y a mi trabajo (esto va en las dos direcciones), paga lo que es justo, proporcioname un puesto de trabajo adecuado y ergonómico y ya haré yo lo que me dé la gana en y con mi tiempo libre.
En serio, todo ese rollo de ambiente «eterno adolescente», «universitario» que se traen algunas empresas me asusta más que me atrae. O es pura fachada/hipocresía porque esa es la visión que tienen de nosotros (de lo cual no se puede esperar nada bueno cuando las cosas se tuercen) o realmente van de ese palo, lo cual me hace preguntarme como gestionaran las cuestiones realmente serias.
Cada vez que alguien me viene con esto me recuerda a las cuentas de colores con las que llenábamos las bodegas de los galeones a Ultramar, para quedarnos luego con todo el oro de los indígenas, cuando no robarles/violarles a sus mujeres y pasarlos a ellos por el cuchillo.
Solo hay dos verdaderas recompesas para un trabajador, el respeto y el reconocimiento por su trabajo. Si crees que lo valgo, págalo, no me mantengas encerrado en tu jaula de oro con trucos de mercachifle barato…
Ojo, esto también va por el otro extremo, el de los eternamente enfundados en un traje como fachada para un supuesto proceder profesional que muchas veces no va más haya de saber hacer el nudo de la corbata.
En definitiva, gilipolleces las justas y menos samba e máis traballar. Que para que haya un ambiente de trabajo profesional no necesitamos que parezca un desfile de Emidio Tucci, ni para un ambiente agradable y desenfadado necesitamos sentirnos en un salón de juegos o en una guardería.
Bueno, que yo sepa al menos en Google los sueldos son bastante dignos, pero toda esa cultura que se han montado va orientada a tener al empleado de turno todo el día por allí. La gente, creo, no dura demasiado en ese ni otros sitios similares, por mucha mesa de ping pong y comida gratis que les pongas.
Supongo que al final para muchos vale más la pena trabajar para vivir que vivir para trabajar.
Afortunadamente.
«Supongo que al final para muchos vale más la pena trabajar para vivir que vivir para trabajar»
pensamiento de mediocres y perezosos diria yo.
Exacto, al final se trata de que hagas más horas que un reloj de cuco, y cualquiera medianamente sensato sabe que el tiempo libre (el justo, tampoco se trata de ser un vago) no tiene precio. Y si, Google no creo que racanee con el sueldo, eso al menos no se lo discuto. Pero hay muchas empresas con la misma filosofia que no son Google.
Pero todo ese ambiente desenfadado/juvenil acaba descolocando a muchos empleados/jefes, acaban por no saber donde esta su sitio y suele acabar mal. Excesos de confianza que lleven a disgustos y problemas. Lo he visto muchas veces con chavales muy jovenes, muy preparados, pero a los que el buen rollito y el ambiente desenfadado les confunde y acaban perdiendo los papeles. Y lo mismo he visto por la parte del staff, al final te tratan igual que te comportas y si te comportas como un crio, no esperes que te traten como un adulto. Resumiendo, todo ese buenrollismo cool acaba muchas veces como el rosario de la aurora.
Pero lo mismo ocurre en el extremo contrario, cuidado, en esas empresas donde el permanente traje se emplea como un disfraz de un pretendido profesionalismo que no pasa más alla del nudo de la corbata.
Ni para sentirme en un ambiente cómodo, agradable y desenfadado necesito sentirme en un patio de juegos o en una fraternidad universitaria americana, ni para ser un profesional necesito verme inmerso dentro de un desfile de Emidio Tucci. En el termino medio suelo estar la respuesta. No es el continente lo que cuenta, si no el contenido.