En 2006, cuando empecé a publicar en Internet, Digg era sencillamente imprescindible, y cayeron bastantes post sobre Digg por estos lares. Si querías enterarte de algo antes que nadie, ibas allí. Era algo así como una combinación de Twitter, Reddit y Hacker News en lo que se refiere a ese descubrimiento de contenidos, y su sencilla faceta social le dio una popularidad que provocó que el modelo se copiara en todo el mundo. De hecho, Digg fue la primera (que yo recuerde) en demostrar la potencia de la gamificación, desconocida casi por completo hasta entonces y que ahora es el pilar de sitios como la red Stack Exchange.
El servicio co-creado por Kevin Rose -niño prodigio de Silicon Valley, y que ahora trabaja en Google– le llevó a ser portada de Business Week en el número del 14 de agosto de 2006 -aquella historia de portada sigue disponible online-, y a convertirse en una celebridad en Internet. No tardó mucho en tratar de aprovechar el efecto Digg y por ejemplo fundó Revision3, que fue un interesante intento de ofrecer contenidos de vídeo en Internet, en un principio muy centrados en la tecnología. Él mismo participó en el show principal, Diggnation, en el que mostraba lo mucho que molaban él y su coleguilla Alex Albretch mientras se tomaban una cerveza (cada episodio una marca distinta) y analizaban la actualidad tecnológica.
Pero las cosas comenzaron a torcerse: el crecimiento de las redes sociales amenazaba su éxito, así que comenzaron a desarrollar nuevas características. Y aquí es donde metieron la pata, porque primero comenzaron metiéndola con su barra superior -que nunca gustó, y que acabaron quitando- y luego la acabaron metiendo del todo con un rediseño que fue un verdadero desastre para su base de usuarios. Para quienes usábamos Digg a diario, el sitio se convirtió en un feudo de los grandes medios, restándole toda la importancia a esas voces independientes de usuarios que habían sido precisamente los artífices del éxito de Digg.
En Digg no quisieron o no supieron dar marcha atrás, y eso les costó caro. Mucho. Ojo al dato: en 2007 se rumoreaba que alguien había intentado comprar Digg por 300 millones de dólares, y en 2008 el rumor era de un intento de Google por 200 millones. El precio final de venta a la empresa Betaworks ha sido según el WSJ de 500.00 dólares según TechCrunch de 16 millones de dólares (desglosados en distintos recursos). Increíble.
Personalmente me entristece ver cómo un servicio que era fantástico e inspirador acabó convirtiéndose en una mala versión de una televisión politizada, pero entiendo totalmente -y casi aplaudo- el final que han tenido precisamente por ese cambio de actitud. Una vez más la falta de respeto y atención a los usuarios que convirtieron a Digg en lo que era ha demostrado que ese es un error del que nadie se recupera jamás. Porque la gente puede perdonar -sobre todo si el culpable se enmienda-, pero jamás olvida.
Y algunos, ni lo primero.
Al parecer fueron 16 millones, no medio millón de dólares.
Eso parece, ya he visto la noti de TechCrunch en la que lo explican. Editada, gracias.
Y lo sucedido con Digg lo podríamos extrapolar a otros sitios similares (incluido uno nacional), que también han cometido errores de bulto que les han llevado a terminar perdiendo masa de usuarios.
La realidad es que estos sitios de promoción de noticias simplemente han pasado de moda, tuvieron su momento dulce en el que la gente estaba ávida de darse a conocer y conocer sitios nuevos, así como mantenerse al tanto de las últimas noticias.
Pero ahora la gente tira más de Twitter para eso último, y con respecto a lo primero la crisis económica también se ha llevado por delante las ganas de tener un blog y escribir diariamente en él.