Últimamente me estoy leyendo libros relacionados con la tecnología, y el último me ha costado sangre, sudor y lágrimas terminármelo. Se trata de «On the edge: the spectacular rise and fall of Commodore«, escrito por Brian Bagnall -aquí tenéis el enlace de Amazon– y que me regalaron por el cumple (¡gracias Jaime! 😉 ). Se supone que «On the edge» es un clásico para todos los que hemos usado en algún momento de nuestras vidas alguna de las máquinas de Commodore. En España el C64 y el Amiga -en sus distintas versiones- fueron todo un éxito a mediados de los 80 y principios de los 90, así que tenía muchas ganas de saber cuál era la historia de la compañía, sobre todo tras ser el afortunado poseedor de un C64, un Amiga 500 y finalmente mi fantástico Amiga 1200.
El autor se entrevistó con los principales artífices del éxito de Commodore, aunque centrándose sobre todo en los ingenieros. Gente como Chuck Peddle -responsable del procesador MOS 6502, uno de los más importantes de la historia-, Bil Herd, Al Charpentier, Bob Yannes y los grandes de la época del Amiga, Jay Miner, Dave Haynie, o R.J. Mical entre otros, son citados constantemente -y es importante recalcar eso- para relatarnos la historia de Commodore desde sus inicios en los 70 como fabricante de calculadoras hasta su triste final en 1994.
Sin embargo, el libro falla en dos cosas: primero, demasiados detalles sin demasiada importancia. Segundo, que apenas trata el apartado por el que precisamente quería leerlo: el Amiga. El que para mi ha sido un ordenador clave en la historia de la informática no dispone más que de un par de capítulos finales, unas 60 páginas en un libro de 560, y de hecho me tragué la parte que no me interesaba -240 páginas hasta la llegada del C64- esperando que la cosa mejorara, pero no.
Con lo cual, mi gozo en un pozo. Poco me importa lo cabrón que era Jack Tramiel -yo no le hubiera aguantado como jefe ni un mes-, o lo inútil que fue Irving Gould -accionista mayoritario de Commodore durante toda su historia-. Y centrar la historia absolutamente en Estados Unidos, donde Commodore no tuvo ni de lejos el alcance que en Europa, me parece un error. Hay cosas interesantes, sí -menos mal-, pero la verdad es que este libro me ha parecido un tostón. Y mira que tenía ganas de leérmelo.
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