Tecnología

La soledad del programador Open Source

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Soy un ferviente admirador de la filosofía Open Source. No soy desarrollador, así que no puedo entrar a valorar con criterio si esa comparación entre la catedral y el bazar sigue siendo válida, o lo ha sido alguna vez. El caso es que lo que sí que tengo claro como usuario de soluciones Open Source es que esas palabras mágicas que tanto se usan para alabar ciertos proyectos no necesariamente refuerzan ese concepto de comunidad.

Debería ser así, desde luego. Un proyecto que nace con esa filosofía, o que la adopta más tarde por lo que sea, se convierte en el candidato perfecto para invitar a la colaboración. Esa libertad del código, esa invitación literal a que intentes mejorar cosas a base de romperlas (y aprender durante el proceso) debería ser casi adictiva para estos programadores. Y no lo es.

Lo estamos viendo constantemente en proyectos Open Source liderados por un programador que cree en una idea y que a pesar de invitar a cualquiera a que colabore, se queda más solo que la una. Las peticiones de colaboración en proyectos Open Source son frecuentes, pero también lo son los plantones que los usuarios con o sin experiencia en programación (y que se pueden limitar, por ejemplo, a tareas de traducción o de búsqueda de errores) acaban apartándose de esa opción. Que lo haga otro, que bastante liado estoy ya.

En esa soledad del programador Open Source intervienen varios factores. La pereza, desde luego, es importante. Los alicientes no son normalmente llamativos a priori, ya que muchos proyectos son, diría, totalmente aspiracionales. No están dirigidos a ganar dinero, sino a resolver problemas o necesidades más o menos comunes. Y a hacerlo con esa mentalidad equivocada de que lo libre equivale a algo gratis.

Luego, por supuesto, está la naturaleza humana. Nos encanta estar en bandos cuanto más numerosos mejor. Ya sabéis. La gente va donde va Vicente. Borreguitos y tal. Y claro, apoyar una idea con un locoplaya y encima aportar tiempo y esfuerzo sin vistas a algo más que la satisfacción personal (más sobre esto más adelante) es muy complicado para mucha gente. Luego, claro, puede uno apuntarse cuando la cosa esté ya horneadita, y de paso, lanzadita a moro muerto.

Ahí suele aparecer otro efecto peligroso y frecuente en proyectos Open Source: las flame wars. Cruentas y brutales en este segmento. Yo he acabado muy cansado de las discusiones sobre la mejor distribución Linux, el mejor entorno de escritorio o el mejor editor. Y es que la ventaja de esa libertad que ofrece Linux es también su mayor problema. Que si no te gusta algo, puedes modificarlo y crearte una versión propia que normalmente será perfecta para ti… y para nadie más. Y de nuevo nos encontramos con el usuario o programador solitario, que está solo en su batallita, y que como ocurre en la sociedad es visto como bicho raro. A muchos esto les puede importar un pito -Stallman es el mejor representante de ese talibanismo extremo-, pero a otros tantos lo de sentirse arropados y formar parte de una comunidad les acaba compensando a la hora de compartir experiencias o gustos.

Por que claro, y aquí voy con la otra gran razón de los proyectos Open Source, la satisfacción personal es (o debería ser) la razón por antonomasia por la propia filosofía de estos proyectos. Teóricamente desinteresada, muy rollo comunidad. Pero esa satisfacción no parece ser tan Open Source. Sobre todo cuando ahora hay mucho joven programador con talento que tiene ante sí dos caminos: el de convertirse en un emprendedor con proyecto propio que poder vender a empresas de Capital Riesgo para lograr financiación… o el de defender su idea en solitario, invitando la colaboración de otros y a menudo acabando hasta las narices de librar batallas en las que los sinsabores son mucho más frecuentes que las alegrías.

Malos tiempos para tentar a programadores con aquello del Open Source.

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1 comentario en “La soledad del programador Open Source

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