Tecnología

Sidrina y cabrales

En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver

Sabina, grande entre los grandes, ha dicho verdades maravillosas, pero también otras discutibles. En ‘Peces de ciudad‘ —a la que ya aludí en una entrada hace años— pronuncia una de ellas. Porque ocurre que a veces sí debieras tratar de volver al lugar donde has sido feliz.

Nosotros lo hacemos año tras año. Y cada vez que lo hacemos somos felices. Más si cabe que el año anterior.

Primero toca disculparse. Debo reconocer que fui un poco pirata hace unos días. Me fui de vacaciones y no avisé por aquí. No suelo hacerlo, pero debí haberlo hecho, porque esta vez la pausa ha sido más larga —tres semanas— y solo me puse delante de un teclado para dedicarle a mi hijo Javi una pequeña carta por su 13º cumpleaños.

A diferencia de otros años, preferí estar algo más desconectado, y salvo incursiones ocasionales por Twitter, donde sí he compartido alguna cosa algún que otro día, me he enterado de poco.

Y ha sido glorioso.

Pero todo lo bueno se acaba. Esta es, con mucha (muchísima) diferencia, la vuelta de vacaciones más dura de mi vida. Yo, tradicional amante de mi rutina, no quería volver a ella. No es que no tuviera pocas ganas de recuperarla. Es que no tenía ninguna. Así ha sido la diferencia entre aquello de lo que vengo y esto a lo que vuelvo. Ahí intervienen unas cuantas cosas que no vienen a cuento ni aquí ni ahora, pero desde luego lo hacen especialmente estas tres semanas absolutamente mágicas.

Semanas en las que todo es sol (venga, sí, y alguna nube) y atardeceres y barcos y chalanos y un maravilloso mar helado en el que la gente entra dando grititos, más como si quemara que como si helara y que a mí sencillamente me entusiasma. Y sidrina —sidricilina la llama un sabio de allí— y cabrales y pimientos de Padrón y sardinas y cocidos de guisantes que no te acabas no porque no quieras sino porque hay restaurantes que no saben que el estómago humano tiene límites y que dejan en ridículo a cualquier establecimiento con estrellas Michelín. Y mahous con cacahuetes en el Faro y tanta y tanta gente alucinante que conocías de antes y a la que ya puedes considerar amiga y también que conoces ahora y que te hacen darte cuenta de lo genial que puede ser conocer gente nueva y que se sabe tu nombre y otra igual de alucinante que tres años después «no sabe cómo coño te llamas» y te lo dice tan pancha. Y niños viviendo absolutos veranos azules que recordarán toda su vida sin darse cuenta de que los están viviendo mientras en lugar de estar pegados al maldito móvil hacen surf, pescan, se tiran desde el muelle, bucean, compran chuches, juegan al billar (o más bien, lo intentan) o se pasan horas en el agua jugando con las olas. Y tú viéndolos y teniendo envidia, pero de la mala, sabiendo que a ti ese arroz ya se te pasó, pero al mismo tiempo sonriendo como un absoluto idiota porque esos que están viviendo algo así son tus hijos y lo estás disfrutando a tu manera con los ojos llorosos estilo Heidi. Y semanas en las que todo son fiestas populares con DJs terribles que recordaremos toda la vida y otros fantásticos a los que recordaremos más y fuegos artificiales que se reflejan en el muelle y te ponen los pelos de punta y pipas y helados y coches antiguos y bollos preñaos y besos y bailes y saltos y paseos y excursiones y laberintos de los que casi no salimos y libros y charlas estupendas y más sidra y más atardeceres imposibles e inolvidables y muchas, muchas, muchas risas y, por desgracia, alguna lágrima terrible y fatal.

Va por ti, Isabel.

Suscríbete a Incognitosis

¡Recibe en tu correo las nuevas entradas!

Standard

Responder a YoMismo Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

8 comentarios en “Sidrina y cabrales

  1. YoMismo dice:

    Lamento esas lágrimas amargas. Imagino que todo ese cúmulo de factores han hecho que parieses una frase simplemente maravillosa:

    «Y tú viéndolos y teniendo envidia, pero de la mala, sabiendo que a ti ese arroz ya se te pasó, pero al mismo tiempo sonriendo como un absoluto idiota porque esos que están viviendo algo así son tus hijos y lo estás disfrutando a tu manera con los ojos llorosos estilo Heidi.»

  2. Pendergast dice:

    Grande. 22 años hace ya que estoy yendo a Asturias al menos una vez al año. Cuando los sanfermines se ponen a tope, nosotros volamos.
    Y sí, es el paraíso. Se te ha olvidado decir, que seguro que haces, que controlas los horarios de las mareas para poder pasear en bajamar, uno de los mayores placeres de la vida y algo indescriptible para un valenciano en el cantábrico. 20 a años después, me siguen fascinando las mareas.

  3. Goyo dice:

    He visto como te desconectabas estas semanas de atrás, y tenía la esperanza de que fuese que lo estabas pasando bien en mi tierra. Me alegro de haber acertado y de que hayas disfrutado.

  4. FER dice:

    Te entiendo; de niño, adolescente y mas, viví muchos post veranos la nostagia de unas maravillosas vacaciones en un pueblo de la costa vasca. Creo que mas que la canción de Sabina, la banda sonora de tus sentimientos debería ser tal vez Summertime Blues, de Eddie Cochran:

    Sometimes I wonder
    what I’m-a gonna do
    But there ain’t no cure
    For the summertimes blues