Teletrabajar tiene sus ventajas, sus desventajas y sus niunacosanilaotra. Entre estas últimas hay una clara: si no sales (mucho) de casa no sueles interactuar con gente de tu ámbito profesional en el cara a cara. Y por eso es difícil calificar esto de ventaja o desventaja: hay gente que como siempre (me) merece la pena y gente que no.
Hoy he tenido la oportunidad de salir a relacionarme un poco aprovechando la rueda de prensa de BQ -atentos a los Aquaris U Plus, que van directos a la guía de compras de móviles-, y he tenido la suerte de encontrarme con compañeros de los que merece la pena ver.
Uno de ellos es Danny Salas (@dannsac), al que no veía desde hace unos meses. En el último encuentro Danny me contaba cuáles eran sus planes veraniegos, y como recordaba esa conversación hoy la hemos retomado para saber qué tal le había ido el viaje. Él lo contará con pelos y señales (eso me ha dicho) en su blog personal si logra rascarle tiempo a al tiempo, así que mejor no hago spóilers. Pero lo que sí puedo contar es que acabamos hablando sobre si había sacado un millón de fotos como el sitio en cuestión suele merecer. Sorpresa: no se había llevado la cámara, y en lugar de eso había recurrido al móvil sin más.
De hecho, lo de llevarse el móvil ni siquiera era con la intención de estar usándolo constantemente. Eso de comprobar si el móvil puede reemplazar a una cámara en un viaje está más que demostrado, y Danny me decía que lo llevó casi por si las moscas, pero que él iba en otro plan:
El de dejar de ver el mundo a través de una pantalla.
La idea no es del todo nueva, claro: le contaba a Danny cómo hacía unos años había leído algo que me había cambiado un poco mi forma de viajar. De hecho escribí sobre ese virus del «Yo estuve allí» que es contagioso y que ahora ha mutado. «Yo comí allí» o «yo me compré esto» son algunas de las más conocidas, y hacen las delicias de los usuarios de redes sociales como Instagram, que en mi opinión es el medio de comunicación presunción más prodigioso que ha visto el mundo para una sola cosa: el #postureo. Por que ya sabéis, #hayqueponerleelhashtagdelos huevoslasnaricesatodo. #MiVidaEsGuay #Quéricoestáesto #amigos/as #averquienseinventaelhashtagmáslargo y por supuesto el #lagentenoseenteradequeunhashtagsirveparaetiquetaryagruparcosas-ynoparahacerlastotalmenteimposiblesdeencontrarconelhashtag-oalmenosesoesloqueyocreiaperoconinstagramnuncasesabe.
Hay de todo, claro, pero si hay una red social dedicada a hacer parecer que tu vida es mucho mejor de lo que probablemente es (y presumir de ello), es esta.
El problema, claro, es que a menudo quienes la utilizan -y de nuevo insisto: hay de todo- no se dan cuenta de eso tan obvio que he dicho antes: que deberías dejar de sacar esa foto a ese monumento, a ese plato de comida o a ese bolso (o cacharro) friki ideal y que eso absorba el momento.
Me lo recordaba Danny con un particular ejemplo. En algún viaje anterior había llegado a una cascada increíble, uno de esos prodigios naturales que probablemente ves una sola vez en la vida. ¿Qué hacía la mayoría de la gente? Llegaba, sacaba la foto y se iba.
Sin más.
Sin mirar realmente aquello.
Sin verlo con sus propios ojos.
Esa es, a mi modo de ver, una tragedia. Bien por las fotos que nos permiten recordar esos momentos -sean viajes, comidas, bolsitos o cacharros- pero eso no debería impedir que la cámara o el móvil deba estar el 99% del tiempo bien guardadito en el bolsillo cuando viajamos, comemos o compramos. O lo que sea.
Puede que esta rajada parezca un poco radical y purista en plan viejuno agrio (en realidad yo hago postureo de cacharros por aquí de cuando en cuando, ya lo sabéis), claro, y el éxito de Instagram demuestra que a la gente le importa muy poco mirar con sus ojos cuando puede mostrarle a los demás lo que ve (sea postureo o no). Sally es usuaria profesional (más en modo cotilla, eso sí, no publica mucho) así que sé de qué hablo. Pero como a ella no puedo toserle, sirva esto como reflexión personal compartida para los que usáis el móvil o la cámara como sustituta de vuestros propios sentidos. FAIL.
Yo intento resistir la tentación y creo que poco a poco voy consiguiendo frenar ese impulso que antes me dominaba. Era todo un gatillofácil-man, ese que después de cada viaje presumía de haber tirado 3.000 fotos. Qué estúpido. Menos mal que me estoy reformando y trato de recordar que no está de más llegar al sitio, mirar y respirar. Luego ya habrá tiempo de todo lo demás. Y si no lo hay, pues oye, con eso que te quedas.
Dedicado a todos los y las instagrammers del mundo. Ale, ya podéis sacarle una foto a esto y compartirlo.
Imagen | Shutterstock
Creo que la mayoría de la gente hace millones de fotos para poder contarlo, como si fueran notarios de la vida. Tienen la necesidad de certificar todo el rato que están haciendo algo interesante, aunque luego nunca miren esas fotos, pero tienen la prueba de que han estado en la cascada por si alguien duda de ellos.
Pasa con lo de viajar, la gente viaja para decir que ha estado en ese sitio y hace la foto para certificarlo. A veces pienso que si apostara con alguien que le pago un viaje a donde quiera pero con la condición de que no puede decírselo a nadie ni hacer fotos, si no te tiene que devolver el doble, que no perdería casi nunca.
Cierto :/ Por cierto, me apunto a la apuesta. Ya me dirás si la idea cristaliza 😉
Yo no lo hubiera dicho mejor, es mas, ese factor es extrapolable a todas y cada una de las facetas de la vida, yo mismo lo he sufrido… satrava, garmin connect, si no lo subes parece que no has entrenado, incluso para estudiar investigas que carrera es «mejor». Tenemos que luchar por volver un poco al viejunismo como dice Javipas. A veces me siento como si me hubiera pasado la máquina y necesitoempezar el juego otra vez desde la primera pantalla, disfrutando de lo básico.
Es cierto, eso me recuerda a un chiste de Virulo, que dice que un cubano y Cindy Crawford quedaron varados en una isla desierta y que al pasar las semanas y al ver que no había nadie más Cindy empezó a ver al cubano con otros ojos tanto así que llego el día que tuvieron sexo pero el cubano a pesar de haber tenido intimidad con ella, una súper estrella de Hollywood, no se sentía feliz y después de mucho pensarlo se dio cuenta que era debido a que no podía presumirlo con nadie, así que le pidió a Cindy que se pudiera su gorra, una camisa y se le acerco y le susurró al oido: «¿A qué no sabes a quién me estoy tirando?»
Saludos
Estoy en parte de acuerdo y en parte desacuerdo con lo que planteas (¿planteáis?) aquí. Me explico.
El último viaje chulo, chulo (y por placer, nada de «posyaquis» en viajes de trabajo) que hice fue a Nueva York (éste: http://martinelizate.es/martinelizando-new-york-mis-10-dias-por-territorio-yankee/). Por recomendación de gente que me conoce como si me hubiese parido no me llevé cámara de fotos, y creo que fue una buena decisión, pese al ruido y a lo que no pudo evitar la extenuada cámara de mi iPhone 6. Y lo fue por lo que comentas, porque así mis mirada no quedaba tras una pantalla y mi tiempo no quedaba esposado a enfoques y obturadores.
Pero no dejé de hacer fotos, y disfruté del viaje y sentí el abrazo de esa urbe de igual modo, sólo que probablemente dediqué el 10% del tiempo a disparar del que hubiese dedicado con una cámara (la inexperiencia es lo que tiene). Por supuesto parte de las fotos fueron a Instagram, una red social en la que soy relativamente activa, y de hecho discrepo con la frase que dedicas en cuanto a su descripción (teniendo en cuenta excepciones): «dedicada a hacer parecer que tu vida es mucho mejor de lo que probablemente es (y presumir de ello), es ésta.». Por supuesto entiendo por qué lo dices, pero habría que ver si ese porcentaje de gente es mayor que el de la que la usamos porque queremos compartir momentos chulos, o compilar recuerdos que vienen bien en ciertas situaciones. Y no lo digo sólo por mi uso, por X o por B es algo que suelo preguntar y observar (me encanta la psicología que hay tras todo lo digital), y conozco/veo a bastante gente que dista de ese uso o perfil (por suerte).
Es decir, hacer fotografías no quita magia ni compartirlas crea falsas aspiraciones. Es compartir esos momentos increíbles y no quedártelos para ti solo, es transmitir alegría, satisfacción e incluso interactuar sólo gráficamente con esa gente que puede que sólo conozcas ahí. Sobre ello justo leía ayer esto: https://medium.com/@robertogf/la-cultura-del-like-91060ce8aa67#.rv2781ppq
Creo que todo esto tiene más que ver con el «y yo también» que con la tecnología. Yo soy algo caza-topicazos pero hay gente que lo es más, y probablemente si hay un hueco y un instante para hacer la foto a [inserte trampa para turistas] esa otra gente me echaría de un empujón para hacer la foto e irse, como comentas. Pero me da que es más porque la tecnología ha materializado de algún modo esa actitud que ya existía y que tanto antes como ahora, con pantallas, es una cuestión de valores y autocontrol. Que no un problema, cada uno prioriza como quiere, aunque a algunos nos pueda dar lástima que no disfruten como nosotros de esos lugares o momentos.
Valiente rollo te he soltado, compañero, jajaja. Nada, simplemente salir un poco en defensa de quienes disfrutamos igual del mundo pero nos encanta poder recordarlo luego no sólo mentalmente y que solemos compartirlo con vosotros (porque no ocurre siempre, jeje). No queremos demostrar, sólo mostrar, y a quien quiera (y merezca) ver, por si así no sólo sonreímos nosotros. Saludos 😉
Plas, plas, Martinelli. Fantástico comentario que por supuesto salva a los que aprovechan Instagram y otras muchas herramientas de forma coherente. Aquí mi diatriba iba un poco contra el uso que yo al menos más veo, pero aunque siempre se me olvide decirlo no hay herramientas ni malas ni buenas. El uso que hagamos de ellas es el que es malo o bueno, e Instagram, insisto, es una herramienta más.
Bien por compartir para que otros sonrían. Y bien por guardar recuerdos, algo que creí que había quedado claro en el post -yo sigo haciéndolo, pero con algo más de moderación-. Lo que no está bien es, como le decía a alguien en Twitter, en esta y otras redes parece que es mucho más importante contar que has estado que estar. Ambas cosas no son incompatibles, pero para mí -para mí- cada vez es más importante estar.
Gracias de nuevo por el comentario, ,compañera 😉
Esta misma reflexión se me pasó a mi por la cabeza hace tiempo, y ya escribí sobre ello en http://www.tuquesabesdeesto.com/2015/09/vivir-a-traves-de-una-camara/
Cada día me parece más triste el ir de viaje y verlo todo a través de una pantalla, por eso al final en los viajes, solo acabo sacando dos o tres fotos en unos 15 días, y suele ser de alguna cosa diferente, no de el típico paisaje, monumento o lo que sea, que haya que ver donde voy.
Fenomenal post (como siempre) Javi. Me encanta y sin embargo difiero en algunas cosas. Odio Instagram (y eso que he tenido que dar clase de esta red entre otras), pero adoro sacar fotos con mi reflex. Y NO tiene nada que ver. Mirar al mundo a través de una cámara (de verdad) te permite disfrutarlo de otra forma, apreciar sus matices y obtener esa instantánea que te acompañará siempre. Ah, y te aseguro que nunca la subo a redes sociales (excepto alguna a Flickr o cosas así, por tener un álbum más que nada). No tengo necesidad de presumir de nada con nadie. Soy yo, mi cámara, el mundo y claro, mi mujer 😉 Pero supongo que en este mundo de postureo, como muy bien dices, debo ser la excepción.
Ahí queda dicho 🙂 Un abrazo!
Totalmente de acuerdo.
La foto del otro día que mostraba a un montón de gente haciéndose el selfie con Hillary Clinton de fondo creo que es el resumen perfecto de donde estamos.
Y otra muestra de que es así son los conciertos. Bien está grabar un trozo de una canción para mandarlo al grupo de amigos, pero qué sentido tiene pasarse la mitad del concierto grabando o echando unas fotos que van a ser una basura y que no sirven ni de recuerdo.
Y en los viajes creo que prima mucho el postureo, efectivamente. Aún voy más allá, cada día creo más que la fiebre del viaje es una pura convención social. ¿Es realmente creíble que al 90% de la población lo que más le guste en la vida sea viajar? A mí me gusta viajar, pero como tantas otras cosas que me gustan. Y tampoco es la primera de la lista. Pero cuando dices que este año no vas a ir a ningún lado la gente te mira con cara de bicho raro. Como si quedarte en tu casa leyendo, escribiendo, pensando, programando, haciendo bricolage o lo que sea que te guste y no puedes hacer el resto del año, no fueran unas vacaciones de verdad.
Perdón por haberme ido por las ramas filosóficas un poco más allá del post pero yo no solo diría «Deja de mirar el mundo a través de una pantalla», sino «Deja de querer que la pantalla de tu mundo sea igual que la de los demás».
A mi me pasaba algo similar pero con mi hija, tenía la necesidad de captar cada momento importante con una cámara, pero en un momento dado me di cuenta que estaba más preocupado por grabar que por vivir el momento, en ocasiones incluso me estresaba que la niña hacía algo y no había podido guardarlo digitalmente, afortunadamente caí en cuenta que lo importante es el recuerdo que me queda a mi y habrá ocasiones en que pueda compartirlo con «evidencia» y otras en las que deba bastar mi relato (más que nada con la familia eso de compartir mi vida en redes sociales se me hace muy triste).
Y eso aplica para vacaciones, reuniones, conciertos, etc.
Saludos.
P.D.
Creo que pertenecemos a otra generación y eso nos da cierta independencia tecnológica.