Ayer publicaba en Xataka un tema que igualmente podría haber calcado tal cual en Incognitosis. En “Sobre el Neo900 y el precio de la libertad” trataba de destacar la importancia que tiene mirar este tipo de proyectos desde una perspectiva muy distinta.
El Neo900 engaña, claro. Su hardware es más propio de otra época en el segmento de los smartphones, y está gobernado por una Debian o por sistemas compatibles hacia atrás con Maemo 5. Eso, aunque parezca un paso atrás, es en realidad un paso adelante para muchos escenarios, porque la potencia que ofrece un buen Linux incluso en un cacharrito de este tipo es “liberadora”.
Por supuesto que este Neo900 no es para todos los públicos. De hecho apenas sacarán un puñado de unidades disponibles y dependen del respaldo económico de los usuarios -que tendrán que pagar una señal para reservarse sus fuspositivos-, pero es que además los Neo900 costarán la friolera de unos 1.200 euros. Más incluso que lo que cuesta un iPhone 6 Plus o un Galaxy S6 Edge armado hasta los dientes (como el de Iron Man, qué chulada).
En Slashdot, donde vi la noticia por primera vez, el debate fue sorprendentemente decepcionante. Muchos criticaban la viabilidad de un proyecto así, hasta que llegó uno de los que lo defendían para asegurar que gracias a este dispositivo uno contaba “con un ordenador Linux de bolsillo con un teclado hardware y con un puntero para manejarlo con precisión“.
El argumento es interesante, pero me temo que esa defensa del terminal es también discutible, y lo es porque ya tenemos algún que otro dispositivo que más o menos entra en esa categoría -el BQ Aquaris E4.5 Ubuntu Edition, aunque por ahora toda la plataforma esté muy verde– o sobre todo los prometedores dispositivos con Windows 10 que llegarán antes de que termine el año y que nos traerán esa apuesta por la convergencia que tanto promete. Eso sí serán verdaderos ordenadores de bolsillo que además se adaptarán a nuestro caso de uso en cada momento.
Curiosamente esa defensa acérrima del Neo900 en Slashdot se olvidaba del que para mi es el apartado más importante, y al que precisamente hacía referencia en mi artículo en Xataka. La libertad. Estar basado en una plataforma hardware abierta -todo, desde las especificaciones a la carcasa, está hecho para ser compartido y modificado por la comunidad- y contar con un funcionamiento basado en un software igualmente abierto es todo un logro. A excepción del firmware del módem LTE, -impepinable, explicaban los creadores- y de la desaceleración 3D de la GPU -que no está activada por defecto, así que no hay binary blob de por medio- todo en el Neo900 huele a libertad.
Y eso, me temo, se paga. Sobre todo cuando es tan poco apreciada como para que los que defienden este tipo de conceptos tengan que hacer esfuerzos titánicos para lograr fabricar unas decenas o cientos de unidades. Aquí no cuenta el diseño o la potencia, sino otras cosas que algunos usuarios creen que son especialmente relevantes.
Y como decía en Xataka, que esa opción exista es bueno. Mucho.
Es clavadito al viejo N900 de Nokia…
Es que es un «remake». Léete la noticia Daniel, la historia mola 🙂
Pues sí, la verdad es que mola :).
Por cierto Javier, en Xataka incluyes un enlace al estudio de viabilidad del proyecto Neo900 en pdf, pero apunta a un archivo en el escritorio de tu pc. A ver si lo puedes compartir el enlace, no lo encuentro en la web de Neo900.
Anda, vaya despiste. Enlace corregido, justo después hay otro enlace a recursos adicionales de documentación donde el primero es precisamente ese.
¡Saludos y gracias!
Viendo el grosor y suponiendo lo que debe pesar… supongo que lo usarán los de ISIS para las lapidaciones de adúlteras y gays.
Es un horror, ni libertad ni monsergas.