Hace unos años me crucé con un vecino de mi madre que he conocido toda mi vida. Seguía estando bastante en forma, así que le pregunté la edad.

—Ángel, te veo fenomenal, ¿cuántos años tienes ya?

—Pues tengo 80 —me dijo, sonriente y sorprendentemente jovial.

—¿!80!? ¡Madre mía, pues estás genial para tener 80! —dije yo asombrado. Realmente lo estaba.

—Mira, yo me levanto por las mañanas, me siento en la cama y si me puedo poner bien los calcetines me digo a mí mismo «¡esto marcha!» y tiro p’alante.

Yo reí ante aquella historieta, pero me di cuenta rápido que ese TestDeLosCalcetines™ es válido a cualquier edad. Yo mismo, que tengo la espalda algo cascada —hernia discal, el mal común de los trabajadores sedentarios— a veces he tenido épocas más chungas con mi dolencia, y no pasaba el test. Así que muchas veces, cuando me los pongo, me acuerdo de Ángel. Crack.

Este post va un poco en esa línea. Más que ponerme los calcetines, lo que creo que es un rollo es atarse los cordones de las zapatillas o los zapatos. A falta de robocordones de Marty McFly, lo que acabé usando casi constante para acompañar a mis peques al cole —eso se acabó, maldición— fueron unos zapatos tipo mocasín que precisamente me permitían eso: no atarme los cordones porque total, iba a estar de vuelta en casa a los 10 minutos. Yo soy bastante poco del «antes muerta que sencilla» —salvo si la ocasión se presta, ojo—, y mi lema es más bien «antes cómodo que estupendo».

El caso es que lo de que atarse los cordones es un rollo lo saben bien hasta mis niños. Hace ya tiempo me sorprendieron al dejar las suyas atadas y ponérselas tal cual, sin desatarlas y volverlas a atar. Simplemente, las llevaban un poco más sueltas, y luego acabaron aprendiendo a hacer el juego con el pie para que entrara sin demasiados problemas.

Como decía, yo mismo soy un poco hater del proceso, así que desde hace unos meses estaba buscando opciones de zapatillas deportivas (no zapatos tipo mocasín, de eso ya tengo) en los que funcionara ese principio. El requisito, que no tuvieran cordones —o que fueran «falsos»— y que tuvieran algún mecanismo para calzártelas sin esfuerzo.

Pronto descubrí que hay diversas opciones de diversas marcas. En la imagen de arriba hay algunas candidatas. Por tema estético prefería unas en color blanco o claro, y me llamaban mucho la atención las Go FlyEase de Nike, que tenían un sistema bastante McFly de calzado.

El caso es que para las zapatillas no me va nada comprarlas sin probármelas, y aunque sé que se pueden pedir y devolver, prefería ir a probármelas a los sitios. ¿Cuál es el problema? Que no había forma de encontrar ninguno de esos modelos —ni otros del estilo— en las tiendas que visité. Incluso aproveché para visitar las tiendas oficiales de Nike y Adidas en un reciente viaje a los States, pero allí básicamente me confirmaron lo que ya había visto antes: esos modelos son «viejos» y en las tiendas solo tienen lo más nuevo.

Mi gozo en un pozo. Ante la duda, lo que acabé haciendo, al menos para probar el invento, es ir a lo fácil. Si hay una marca conocida por este tipo de zapatillas —al menos, que yo sepa— es Sketchers, que se ha hecho de oro gracias a que precisamente enfocan sus zapatillas más en la comodidad que en otras cosas. Es cierto que eso ha hecho que sus diseños sean un poco chungos —muchas tienen una telilla superior que hace que sean muy rollo «zapatillas para abuelos»—, pero hay otras que no están mal.

Así que hace un par de meses acabé yendo a un outlet para probarme modelos a ver si alguno me convencía. Tras estar allí un rato con los niños y mi mujercita —que me asistió con paciencia infinita, soy bastante pesado a la hora de elegir— acabé decidiéndome por unas bastante simplonas que ni siquiera eran blancas (azules que te quiero azules) pero que eran, o al menos parecían, muyyy cómodas. Y como no era una inversión tan fuerte (50 euros), las pillé.

La idea era usarlas para ir a andar —nos damos paseos muchos días—, pero apenas he podido probarlas: hace demasiado calor durante el día para salir a pasear, y por la tarde noche durante el verano solemos aprovechar para disfrutar de la pisci hasta altas horas, o salir a tomar algo o acabo jugando al pádel. Y sin embargo, las zapatillas prometen, tanto por comodidad, como sobre todo por ese diseño «slip on» que hace que al menos en estas zapas/playeras/tenis pueda olvidarme de los cordones. Eso las desaconseja para realizar deportes de forma un poco intensa —no quedan demasiado fijas—, pero parece que cumplen a la perfección para recados varios o para dar una vuelta.

Seguro que por aquí alguno sois friquis del tema, así que si tenéis sugerencias al respecto, estaré encantado de oirlas. Y a ver si las zapas de robocordones de Nike acaban dejando de ser una utopía —sé que fabricaron 89 pares— y las fabrican de forma masiva.