Luis va a una subasta. Se compra ‘Les femmes d’Alger (Version ‘O’)» de Picasso (porque tiene 180 millones de dólares y puede gastárselos en estas cosas), se lo lleva a casa y lo cuelga. ¿Cómo sabe que es un Picasso de verdad? Bueno, lo certifica la casa de subastas, que tiene a expertos que garantizan que el cuadro es de él. Luis puede tocar el cuadro, olerlo, y, si quiere, puede quemarlo. Si lo hace, ese cuadro original se perderá para siempre.
A continuación Mariano, amante del arte pero que va bastante más justito de dinero, se compra también el mismo cuadro. Prácticamente el mismo, en realidad. Le cuesta 22 euros en eBay. Es un Picasso, pero no es el original, claro, sino una reproducción que podrá disfrutar igualmente si puede aceptar que, desde luego, no es el que pintó Picasso, sino una copia barata y básicamente perfecta. Mariano puede tocar el cuadro, olerlo, y, si quiere, puede quemarlo. Si lo hace no pasa nada: el original seguirá existiendo (si no lo ha destruido su propietario) y habrá millones de copias disponibles en formato físico (y en formato digital).
JaviPas es un artista que quiere poner en venta una de sus últimas creaciones. Se titula ‘Con un seis y un cuatro’ —le regaló una copia a su hijo adoptivo en Xataka, el joven e ingenuo @josedextro, y el pobre creyó que era el original—, y cree que puede ganar dinero con él. ¿Qué hace? Lo convierte en un NFT (Non Fungible Token), un activo digital. Esa conversión se realiza mediante un proceso que se conoce como ‘minting‘. Es como firmarlo o autografiarlo por delante o por detrás certificando que esa copia y no otra es la original. Todo queda además validado en el blockchain o cadena de bloques de la plataforma Ethereum, que se convierte en prueba inmutable de que esa indescriptible creación tiene un único original digital que es el NFT asociado a esa obra.
Luis y Mariano lo ven y deciden que se quieren hacer con él. Javipas lo ha puesto a la venta en una casa de subastas de NFTs. Rollo Christie’s, pero sin tanta parafernalia: hay plataformas diversas como Rarible o Mintable que permiten que cualquiera pueda comenzar a vender esos NFTs en unos minutos. Es un proceso un poco tostón para los no iniciados, eso sí: es necesario tener un monedero Ethereum (y probablemente tengas que tener pasta en él, diría que unos 100 o 200 euros en ETH) para las comisiones con las que trabajan esas plataformas a la hora de hacer el minting, por ejemplo. Por cierto, Mintable tiene opción de crearlos gratuitamente, parece. Hay que asociar la cuenta de la «casa de subastas» con el monedero, pero como no lo he hecho no sé deciros exactamente cómo va, aunque una vez te metes en una de esas plataformas intuyo que el proceso es relativamente sencillo de seguir.
El caso es que JaviPas tiene su obra ya convertida en NFT y a la venta (bajo subasta) en Mintable, por ejemplo. Luis y Mariano, viejos amigos, empiezan a pujar y a ofrecer más y más ETHs. Al final, claro, Mariano no puede con el poderío de su colega, al que al principio de la subasta le ha dicho con sorna «Luis, sé fuerte». Éste último se hace con la subasta (efectivamente, ha sido muy fuerte) y se lleva mi sublime obra. Tras la compra el NFT cambia de propietario: ya no soy yo, JaviPas, sino Luis, que queda inscrito en la cadena de bloques como propietario inmutable (salvo que él luego vuelva a subastar, vender o regalar la obra).
Luis no puede tocar ni oler esa obra digital de primeras. Puede imprimirla, enmarcarla y colgarla (qué menos, es un JaviPas original), pero en realidad esa será una reproducción del original. Puede quemarla, pero no la destruirá: solo destruirá la copia, porque el original no desaparece nunca, ya que está registrado en la cadena de bloques (si la cadena desaparece la cosa cambia).
La misma operación la puede hacer Mariano, que al llegar a su casa no ha querido ser menos. Ha sacado una captura de la imagen y la ha impreso, enmarcado y colgado (qué menos también) para disfrutar de ella aun sabiendo que tampoco es el original y que vive en una casa llena de reproducciones baratas. A él no le importa, porque no es coleccionista, solo disfruta de ver arte estupendo. Puede olerla, tocarla y destruirla, pero sabe que es una copia barata y que el original no puede destruirlo ni Luis, por muy fuerte que sea.
Esa es un poco la esencia de los NFTs. Son como obras de arte digitales que tienen un original certificado mediante tecnología de blockchain (que por consenso de muchísimos nodos valida que efectivamente todos están de acuerdo en que esa obra es la original). El propietario de esos activos digitales puede presumir de que los tiene y de que el resto son copias, y supongo que incluso esto podría derivar en situaciones curiosas, como la de poder demostrar que esa imagen publicada en cierto medio (sin atribución, que son/somos muy dados a ello) pertenece a su propietario. Demanda al canto, daños y perjucicios, etc, etc.
La idea es curiosa porque de repente permite asignar valor a algo que antes era muy difícil asignárselo. Saco una foto, la pongo en Unsplash —sitio maravilloso para encontrar fondos de pantalla e imágenes que usar en medios— y todo quisqui la puede usar a discreción. Lo suyo es que seas ético y cites fuente, rollo Creative Commons, pero en muchos casos no se hace. Imagina que pones a la venta esa foto en otro lado como Freepik (que es un caso de éxito español que mola) y alguien la copia y la usa sin que sea suya. No había forma de demostrarlo hasta ahora, pero los NFTs lo permiten.
Las repercusiones son enormes… o podrían serlo. Es cierto que los NFTs tienen un aura de invento para frikis porque hasta ahora los casos que se han hecho famosos son los de los Cryptokitties y el Nian Cat que se vendió por 45 ETH (unos 70.000 dólares actuales), pero lo cierto es que esto abre las puertas a un montón de opciones sobre todo para los creadores de contenidos y obras digitales. Normalmente ellos no tenían muchas opciones a la hora de demostrar la autoría y propiedad de una obra, pero con los NFTs desde luego pueden hacerlo (aunque lo pongan a precio gratuito y dejen que se copie a saco).
Es, de hecho, una forma interesante para rentabilizar todo tipo de creaciones. Cosas que para muchos pueden no tener valor, pero para otros muchos sí. Todo el mundo está hablando de obras de arte digitales, pero la gente está vendiendo GIFs, imágenes, o vídeos que dicen que ellos han creado (aquí habrá mucha picaresca también, eso seguro) y lo que es válido para esos contenidos podría serlo también, por qué no, para el texto. Un NFT valdrá tanto como quieran quienes pujen por él. Sin más.
Se me ocurre, de hecho, que este post podría ser un NFT. Podría autografiarlo, mintarlo (mis disculpas por el barbarismo), convertirlo así en NFT y venderlo al mejor postor. Eso sería una alternativa para quienes se quieren ganar la vida escribiendo: venderían sus «manuscritos autografiados», y aunque el texto luego pueda copiarse y plagiarse, esa sería una forma curiosa de demostrar que eso lo escribiste tú y fue tuyo en el principio de los tiempos. Para los fans tener esa copia original de tu texto puede ser interesante (como lo es tener una primera edición de un libro firmada por el autor, por ejemplo), y el concepto, como digo, es llamativo como extensión de la idea de propiedad intelectual y monetización del esfuerzo creativo (si esa es tu intención).
Hay aquí desde luego muchas ramificaciones, pero creo que esto de las NFTs es la primera señal real de que la cadena de bloques efectivamente servía para algo. La fiebre por todo lo relacionado con las criptos continúa, pero diría que esto de las NFTs es una de esas ideas que cobran más y más sentido cuanto más pienso en ella. Uhm.
Bravo. Se entiende perfectamente y por fin ya sé qué leches es blockchain y para qué sirve
De nada, genial 🙂
Si Duchamp siguiera vivo sería el rey en esto de la venta de NFTs.
Hay mucho frikismo de por medio, pero se están subiendo al carro desde Banksy, a la NBA, o Jack Dorsey, CEO de twitter, que con un NFT de su primer post, y la friolera cantidad recaudad de 2.5 millones de dolares, al menos este último donará lo recaudado a la caridad.
Y luego está la gente de HashMasks, que han llevado el concepto de único al extremo:
https://www.thehashmasks.com/
Que todo estos NFTs dentro de unos años no valgan para nada, o sean el estándar de facto, es algo que estará por ver.
Lo de conectar el metamask a los marketplaces para el minting es como el resto de transacciones. Si algún día os apetece un tutorial me ofrezco a contribuir al frikismo general 🙂 .
Enhorabuena por la explicación, una serie de viñetas a lo Calvin y Hobbes, pero con tus textos para explicar el mundo blockchain vendrían la mar de bien.
Le veo tirón!
Un saludo
Gracias Daniel. Pues nada, igual me pongo a hacer un cómic y lo vendo en plan NFT ya puestos 🙂 Si haces esa guía en un blog o Medium o cualquier otro lado avisa!
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