Sábado tranquilo en el mini resort burgués. Las lluvias —mucho más suaves aquí, en Levante lo han pasado fatal— han hecho que apenas hayamos salido de casa salvo para dar un pequeño paseo vespertino con la tormenta amenazando (y pillándonos al final). Es horrible esto de tener que estar todo el día en casa, ya sabéis: he tenido que jugar un rato al ‘Battlefield 1’ y todo, qué mal.
Por la noche, plan familiar. Mis niños ya empiezan a tener edades muy chulas para volver a mitos del cine de nuestra propia niñez y mocedad, así que tenemos por delante una buena época para hacer sesiones de cine épicas. Ni hemos tocado ‘Star Wars’ (revisité las dos primeras trilogías hace tiempo y quedó claro que están totalmente sobrevaloradas), y aunque ya hemos acudido a algún clásico (‘Los Goonies’ les encantó aunque Sloth les dió miedito al principio, claro) no hemos aprovechado demasiado este tema.
Ayer, como digo, era el día. Pizzas, chocolate y peli mítica en el programa nocturno. Se me ocurrió acudir a alguna de Indiana Jones, y aquí seguro que me matáis pero empecé casi por el final: en lugar de tirar por la primera o la segunda, algo más oscuras y menos familiares (en mi opinión, o así las recuerdo) fui directo a ‘Indiana Jones y la Última Cruzada’ (Steven Spielberg, 1989).
Esta es para mí la mejor de toda la saga (la cuarta casi ni la cuento). La que guardo con más cariño y más emoción. Quizás por un inicio memorable —que ciertamente no lo es tanto si no has visto antes las dos primeras— y quizás más por la aparición estelar de Sean Connery, que hace un papel inmenso que en mi opinión casi es mejor que el del propio Indiana Jones. Casi, claro.
Así que allí que nos pusimos los cuatro, tirando de pizzas, chocolate y muchos apelotonamientos porque a mis enanos les gusta ver las pelis pegados. Que no es tan cómodo como verlas tú cómodamente repanchingado, pero en otros muchos sentidos es mucho mejor.
Yo vi y disfruté la peli como cada vez que la he revisitado, pero sobre todo me fijé de cuando en cuando en cómo la veían y disfrutaban ellos por primera vez. En sus caritas, absolutamente pendientes de la pantalla. Como cuando descubren que la chica es medio mala (Alison Doody está estupendísima de verdad), cuando la moto sale por los aires en la persecución, cuando de repente se suben a un dirigible y ellos exclamaron un «¡halaaa!» o cuando en la última de las tres pruebas aparece el puente invisible y nos preguntaron si todo eso existe (otra vez).
Qué película tan fantástica de principio a fin. Me falta quizás la chica buena (en las de Bond siempre hay una o varias malas y una buena, mola ese dileman que te plantean para elegir), pero se trata de una película redonda con malos malísimos, malos y malas no tan malos y malas (ni Donovan ni Elsa son realmente perversos) y buenos entrañables, cada uno con su papel. Acción, risas y momentos prodigiosos como el de Sean Connery citando aquello de «Y entonces recordé lo que dijo Carlomagno: Que mis ejércitos sean las rocas y los árboles y los pájaros del cielo«. Qué grande.
Es esta una de esas películas que envejecen de una forma distinta. No lo hacen perdiendo, sino ganando enteros, y no muchas pueden presumir de lo mismo. Me pregunto si Spielberg tenía eso en mente cuando hacía esas películas. Si imaginaba que llegarían a ser tan especiales.
No sé si en algún momento acabaremos viendo a un nuevo Indiana Jones —sabiendo cómo anda Hollywood de ideas, me da a mí que caerá más pronto que tarde—, pero espero que si hacen algo así lo hagan con el mismo criterio con el que hicieron por ejemplo aquella aventura gráfica con el mismo título que era un reflejo fiel y genial de la película. Si rondáis los 40 seguro que os acordáis casi tanto del juego como de la película. Yo nunca me lo terminé, pero lo jugué en mi Amiga y lo disfruté como un enano.
Qué sábado noche tan estupendo. Y al final de la peli, creo, la misma sensación que cuando la vi por primera vez. La que me acompañó junto a una sonrisa inevitable que se hizo un poquito más especial al ver que mis niños también la tenían. Estoy bastante seguro ellos comienzan a entender algo importante que yo ya tengo claro desde hace tiempo.
Indy es inmortal.
Ufff. Que tiempos esas aventuras graficas tipo monkey island.
Me has sacado lagrimilla!!!
xD Llora, llora!
Y Loom!
Grandiosos, los volvería a jugar todos. <3
Loom no recuerdo haberlo jugado, pero sí a unos cuantos más del estilo, desde luego. Estupendos todos.
Pues sí, hace años cuando sacaron las de la momia o la de la Búsqueda ya tenía claro que Indy les sobreviviría a todos. Y es que Spielberg es mucho Spielberg. Y el tipo de carisma de Ford y Connery es muy difícil de encontrar hoy en día. Ese tipo de cine de aventuras era mucho más físico y por lo tanto creíble que el cine actual donde creo que se abusa de los efectos digitales (ojo no reniego de ellos, nos han permitido disfrutar de escenas y películas completas impensables hace años, pero a veces se meten por el mero alarde y no como un recurso más).
Bueno, la Momia mola bastante yo creo también aunque está a algo de distancia de los Indys. No han logrado hacer nada similar a pesar de los avances en efectos, efectivamente, es curioso. Necesitamos un neuvo Spielberg para estas cosas.
Ufff, ese juego. Con ese juego pasé yo MUCHAS horas.
Precisamente, voy a cumplir 40 en pocos días ; )
¡Eyyy felicidades anticipadas! Esos juegos eran mágicos, sí. Graciosos y muy entretenidos. Es curioso que nadie haya retomado el formato, entiendo que ahora no tiene tanto sentido desde el punto de vista de contar la historia y mostrarla, pero creo que molaría.
¡Gracias! 😀
A mi me encanta Indy pero por la primera, En busca del arca perdida. Para mi la mejor, excelente película de aventuras. La segunda pshh, aburrida, la tercera remonta, esta claro que Sean ayuda, pero no es tan redonda como el arca, y la cuarta infumable, sencillamente. Una opinión.
Claro, claro. Tengo que revisitar las dos primeras, pero no elegí la primera porque lo del arca del final me da que iba a darles algo de miedito a mis peques. Las tres primeras son fantásticas desde luego, la cuarta apenas la recuerdo, creo que ahí metieron la pata.