Tecnología

Oda al Walkman

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Masaru Ibuka estaba hasta el moño japonés de no poder escuchar música cómodamente en sus viajes. El cofundador de Sony hizo lo que había hecho en sus últimos trayectos en avión: pidió un sake, unos makis y un chuletón de carne de Kobe,y mientras le servían se puso su cinta de música clásica preferida.

Tuvo que hacerlo, eso sí, en una aparatosa grabadora Sony TC-D5, un pequeño monstruo que a esas alturas parecía un producto indigno de una empresa como la suya. Le dio al Play y tras el traqueteo inicial comenzó la reproducción. Aquello no molaba. Pero nada de nada.

Y además, qué leches, se dijo. Ellos eran Sony. Podían hacerlo mejor.

Así fue como Masaru Ibuka dejó el sake a un lado y se quedó con la copla. Aquello tenía margen de mejora. Un montón. Al volver a la central fue directo a ver al legendario Norio Ohga. Ninguno de los dos lo sabía entonces, pero Ohga sería parte fundamental de la creación de Sony Interactive Entertainment en 1993 y del nacimiento de la PlayStation en 1994.

Pero como decimos, por aquel entonces ninguno de los dos tenían en aquel momento de lo que iban a montar. Ibuka se acercó a Ohga y le dijo que había acabado harto de escuchar música en el TC-D5.

—Oye Norio, deja ya ese ejemplar de Urusei Yatsura y atiende. Estoy hasta las narices de tener que viajar con este mamotreto para escuchar música —dijo, arrojando el TC-D5 a la mesa—. Necesito que diseñes una versión estéreo del reproductor, compacta y orientada a ser usada con auriculares.

—A ver Masaru, no sé si te pispas —dijo Norio apartando su ejemplar de su cómic Manga—. Nadie escucha música por ahí con auriculares. La música se escucha así en casa.

—Precisamente, querido Norio. Y como nadie lo ha hecho (ejem), seremos nosotros quienes lo hagamos.

—Venga, vale. Total, este número del manga este es un poco pufo.

—Arigato gozaimasu, Ohga-san —dijo Ibuka mientras hacía una reverencia japonesa a más no poder.

—Arigato, Ibuka-san.

Aquello fue el germen de una revolución musical sin parangón. Ohga y Ibuka trabajaron en un reproductor portátil, y cuando lo acabaron se lo enseñaron al entonces presidente de Sony, Akio Morita. Ibuka estaba exultante, y le soltó al presidente una frase legendaria.

—Prueba esto. ¿No crees que un reproductor estéreo de cassettes que puedes escuchar mientras andas no es una buena idea?

Lo era, ciertamente. Morita no había llegado a donde había llegado por dejar escapar oportunidades, y aquella lo era. El 1 de julio de 1979 —hace hoy 40 años— Sony lanzaba en Japón el Sony Walkman TPS-L2. El precio era de unos 150 dólares de la época (casi 500 dólares ajustados a la inflación), un precio elevado con el que pensaban vender unas 5.000 unidades al mes.

Vendieron 50.000 en los primeros dos meses.

Aquel producto que había nacido con la marca ‘Walkman’ renegó de su identidad en aquellos primeros vaivenes. Llegó a Estados Unidos con otro nombre (‘Soundabout’) y al Reino Unido con otro distinto (‘Stowaway’), pero aquello de tener nombres distintos para un mismo producto era un tostón. En Sony se dieron cuenta de que era mejor tener un solo nombre global, y el producto se quedó con el nombre original. El que pasaría a la historia.

Walkman. Sin más.

Aquel producto era singular por muchas cosas más. Por ejemplo, por tener no una, sino dos tomas de auriculares para disfrutar de esa experiencia personal en pareja. Incluso había un botón que podías pulsar para hablar con tu pareja de auriculares o, ya puestos, cantar a dúo lo que estuviéseis escuchando grabándolo a través de un micrófono interno que procedía de un producto que habían usado como punto de partida. Aquello era un karaoke en versión súper beta, vaya.

El Walkman, como dicen muchos, lo cambió todo. Creó un espacio personal para disfrutar de la música sin molestar a quienes nos rodeaban. Pero también fue más allá y de hecho acabó haciendo honor a su nombre. Provocó que la gente andase y se ejercitase más. Flipas. Se dice que entre 1987 y 1997, cuando aquel producto brilló más, el número de gente que andaba para hacer algo de ejercicio creció en un 30%.


Yo tenía 6 años cuando Sony empezó a comercializar aquel producto, así que como supondréis no me pispé del invento hasta mucho más tarde. No recuerdo tener walkman propio hasta que estuve en COU, y el que sí recuerdo es un modelo que era especialmente compacto – diría que era el WM-701C– y que me llevaba a la facultad para hacer algo más soportables aquellos trayectos en el 591 desde Aluche al campus de Montegancedo. Ni siquiera te planteabas que rebobinar fuera un tostón, o que acabaras con una colección de cintas -el formato regrabable por excelencia- infinita que a saber dónde acabaron. Ah, aquellas cintas vírgenes TDK de 60 o -no seas tacaño, JaviPas- 90 minutos. Qué tiempos.

Recuerdo también algunas cintas y recuerdo en especial un rato en el que con el Walkman conectado me puse en el centro de cálculo a chatear vía TALK en una de aquellas terminales VAX/VMS de la época. Me sentía súper poderoso allí con aquellos inventos -recordad, estoy hablando del año 92, muy poca gente tenía acceso a internet entonces, aunque fuera en una terminal de mala muerte-, y recuerdo la sensación con una claridad meridiana. Como si estuviera delante de ese monitor monocromo de ¿9? pulgadas en modo texto y con esa canción que puse a todo volumen y que probablemente contribuyó a que años después haya acabado con acúfenos.

Pero entonces era entonces y hoy es hoy. Aquello lo cambió todo, ciertamente, y daba igual que luego llegaran el Discman o el iPod. Y daba igual que poco después yo pensase cómo me parecía absurdo que en los móviles no se pudiera escuchar música MP3 a principios de los 2000 de forma más o menos cómoda. Poco después, claro, a alguien se le ocurriría resolver aquello.

Eso, claro, es otra historia. Esta es mi particular oda al Walkman.

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4 comentarios en “Oda al Walkman

  1. Land-of-Mordor dice:

    Como no cuento tantas canas como su excelencia, D. Javipas, mi llegada al Walkman fue más tardía. Después de los primeros que tuve, que ni recuerdo marca, modelo o prestaciones, el que sí se quedó en mi memoria fue un FirstLine (sí, en el extrarradio del extrarradio provincial eso de las marcas eran para cuatro pijos) con «autorreverse» y sintonizador de radio digital. Todo un aparato de excelsa tecnología de marca blanca del Pryca/Continente (antes de que se llamara Carrefour).

  2. Pablo dice:

    Ahí, en toda la patata.

    Que decir del walkman? A mí me acompañó toda mi adolescencia, era algo sin lo que no podía vivir. Esos largos paseos en bus, igual que tú, casa-escuela-sala de estudio-casa.

    Pero igual que digo que fue una parte fundamental de mi vida, también digo que no lo echo de menos. Yo tampoco viví la revolución del 79, pero si la de la llegada del MP3. Eso sí que fue un pelotazo mayúsculo: música «ilimitada» y que no crujía en la mochila, no más pilas, muchísimo más pequeño……

    Por cierto, tú también eres del club acufeno? Madre mía qué coñazo. Hasta los tímpanos estoy ya de los dichosos acufenos.

Comentarios cerrados.