Hace un ratito aparecía en mi flujo de actualizaciones de Twitter una noticia llamativa: habían desenmascarado a Banksy, el célebre grafitero británico que se ha convertido en toda una leyenda en este mundillo. Ni corto ni perezoso cliqué en el enlace, leí en diagonal -algo que tiene sus ventajas, pero también esta desventaja- y caí en la trampa.
Porque la noticia era un hoax.
Y claro, tuiteé el enlace tranquila y apaciblemente. A partir de ahí tormenta de retuits. No míos, sino sobre todo de Pablo Morán, que también cayó en la trampa y me citó en su mensaje a pesar del aviso de David Ortiz. Eso provocó al final un pequeño pero inofensivo (afortunadamente) efecto viral que hizo que el hoax, como buen hoax, se propagase como la pólvora.
Antonio Ortiz ya lo comentaba hace unas semanas con un post cuyo título era ampliamente descriptivo (de hecho es un tema recurrente en Error500), y que resumía perfectamente -enlanzando con un reportaje más amplio de UpShot– la realidad de estas situaciones. La información falsa inicial circula mucho más y mucho más rápidamente que las correcciones posteriores. Nos encantan estas mentirijillas, pero nos aburre que nos digan que no eran verdad.
Y mientras tanto, a mi nadie me quita la cara de tonto por haber caído. Mejor hacerlo en estas cosas que no en otras, digo yo.
Eso te pasa por no seguir a Check out banksy (@thereaIbanksy): https://twitter.com/thereaIbanksy?s=09
Pero allí no ha comentado nada, que yo haya visto, ¿no? O ni se ha enterado, o no ha querido echar más leña al fuego para no dar publicidad (me inclino más por esto último)