Tecnología

Internet y la maldita (bendita) publicidad

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Ayer Ethan Zuckerman publicaba en The Atlantic (qué bien lo están haciendo, por cierto) el fantástico texto ‘The Internet’s Original Sin‘, una reflexión en la que el autor analizaba cómo a pesar de las buenas intenciones que todos teníamos, en Internet todos nos hemos visto atrapados por su pecado original:

La publicidad.

Lo dice alguien que sabe de esto: Zuckerman trabajaba en Tripod entre 1994 y 1999, esa época en la que muchos de los que lean esto apenas tenían uso de razón y en la que empezaban a sentarse las bases de lo que sería la Internet de hoy. En aquellos años en Tripod este ingeniero contaba cómo el negocio no acababa de despegar hasta que dieron con la forma perfecta de monetizarlo: insertar anuncios. Y no cualquier tipo de anuncios: este campeón fue el primero en crear la primera publicidad pop-up que poco después haría estragos y que hoy en día aún convierte nuestra experiencia en una pequeña pesadilla. Y cito (negritas mías):

At the end of the day, the business model that got us funded was advertising. The model that got us acquired was analyzing users’ personal homepages so we could better target ads to them. Along the way, we ended up creating one of the most hated tools in the advertiser’s toolkit: the pop-up ad. It was a way to associate an ad with a user’s page without putting it directly on the page, which advertisers worried would imply an association between their brand and the page’s content. Specifically, we came up with it when a major car company freaked out that they’d bought a banner ad on a page that celebrated anal sex. I wrote the code to launch the window and run an ad in it. I’m sorry. Our intentions were good.

Por supuesto, la publicidad en Internet es un mal necesario. Que podamos usar servicios como Facebook, Gmail o Twitter de gratis y que podamos leer El País, The New York Times o The Atlantic por la cara no tiene ningún misterio: lo hacemos porque hemos hecho sacrificios. La privacidad -y de esto ya tocará temita heavy, espero que pronto- es el más relevante, pero también la convivencia con una publicidad que a menudo es invasiva y que como ha ocurrido en otros medios, perjudica la experiencia de usuario a costa de hacerla gratuita. Es algo de lo que he hablado ya unas cuantas veces en uno u otro sentido:

Para los que nos dedicamos a los medios, la publicidad va más allá del concepto de ‘mal necesario‘, y de momento nadie ha logrado ofrecer alternativas válidas al modelo publicitario. Los pay-walls siguen sin cuajar del todo excepto quizás en medios de primer nivel como The Wall Street Journal o The New York Times (atentos al análisis de Nieman Lab en su ‘The newsonomics of The New York Times’ Paywalls 2.0‘ , brutal), y hay otras ideas ingeniosas como la que desde sus inicios implementan en ElDiario.es, con un modelo de suscripción que ofrece todos sus contenidos de forma abierta, pero que lo hace antes con algunos reportajes que deja ver a sus suscriptores de forma anticipada.

Esos modelos de suscripción podrían ser quizás la alternativa: yo mismo he apoyado económicamente iniciativas periodísticas en este sentido (The Great Discontent, Acuerdo). A estos medios de nicho que pueden tener interés para un pequeño número de suscriptores que sustenten su publicación se le suman otros más ambiciosos como The Information y su infranqueable paywall que se aprovechan del renombre de sus fundadores para apostar por un modelo más lucrativo pero que también consume más recursos.

Hace tiempo que comenté que para mi otra solución sería una especie de consorcio de medios de interés que cobraran una suscripción aceptable y que ofreciesen ventajas como el acceso a información de forma prioritaria y sin publicidad. Sería una especie de paywall más rollo comunista que uniría por ejemplo iniciativas como Orbyt o aquel fallido paywall de El País y que podría agregar otros tipos de medios (incluido Xataka y otros blogs de Weblogs SL, por qué no). El reparto de esos ingresos se haría en base al tráfico y quizás otras métricas, y los usuarios disfrutarían de una mejor experiencia sabiendo que pagan por algo que les  compensa. La idea, me temo, se quedará en eso.

No quería despedir el tema sin agregar tres puntos más. El primero, el de la publicidad en Incognitosis. Este post no viene a raíz de eso, pero la entrada sobre Gigas que publiqué esta semana pareció molestaros a algunos por ser un post patrocinado. Como ya comenté allí, es el primero que coloco en año y medio, y en mis rediseños hace años que no habréis visto banners o popups que molesten porque precisamente me molestaban a mi el primero. El impacto no debería ser por tanto importante.

El segundo, mucho más notable, es la recomendación de una lectura adicional: la de Ben Thompson en Stratechery, donde el pasado martes este analista publicaba ‘Is Buzzfeed a Tech Company?‘. Se me escapó reflexión al respecto –la inversión de 50 millones de dólares de Andreessen Horowitz en este medio es, como poco, sorprendente- y Thompson hace una reflexión prodigiosa y ejemplar -qué bien escribe este tío, por dios- en la que entre otras cosas defiende la publicidad y nuevos formatos como ese native advertising que algunos critican pero que es un ejemplo de por dónde tienen que ir los tiros en publicidad en medios: si tiene que haber publicidad, que sea interesante en forma y fondo. Aquí va una cita de ese genial post:

“Native” advertisements are how every medium monetizes free content: newspaper ads are stories and pictures, magazine ads are beautiful imagery, radio ads are jingly voice-overs, TV ads are scripted stories, so on and so forth. Still, it took each of these mediums time to figure it out – they all went through their banner advertisement stage, i.e. ineffectually using an advertising format that worked on the old medium.

In the case of the Internet, content consumption is primarily about either the timeline – think Facebook, Twitter, or even blogs – or the irresistible atomic unit that spreads on social media. We should expect – and applaud – advertising adapting itself to these formats.

Así es: deberíamos esperar y aplaudir que la publicidad se adapte a esos formatos.

El último punto: a raíz de ese punto ha aparecido un tuit de un diseñador llamado Michael Burgstahler que ha causado cierto revuelo por su contenido:

El amigo asegura que si cada persona en el mundo pagase 1,89 dólares al mes tendríamos una Internet sin publicidad. El cálculo proviene de dividir los ingresos globales por publicidad online entre el número de usuarios de Internet en todo el mundo. Esa teórica cuota debería ser distinta según la región (los países desarrollados pagarían más, los emergentes menos) -lo señalaba Burgstahler en un tuit posterior, y los ingresos se repartirían según tráfico y región, supongo. Una preciosa utopía.

Y mientras esa utopía no se produzca, ya sabéis. A sufrir y disfrutar de la maldita y bendita publicidad.

 

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5 comentarios en “Internet y la maldita (bendita) publicidad

      • Los comentarios no se pueden editar aquí. Una vez escritos, estás perdido 🙂 Pero puedes añadir otro comentario para añadir lo que se te olvidase…

        Puede que sí tuviera relación con lo de John Oliver, pero en el post original explica que la idea parte de una conferencia a la que asistió y que le hizo publicar ese post. Te recomiendo leer el artículo original de The Atlantic.

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Comentarios cerrados