Interesante e informativo el post de Jeff Atwood de ayer en Coding Horror. En «Today is goof off at work day» («Hoy es el día de hacer el tonto en el trabajo», traducción libre) el autor debate sobre la validez de esa célebre política de Google que dicta que los empleados de la empresa pueden dedicar el 20% de su jornada laboral al proyecto que quieran -siempre que ayude a Google a avanzar en algún campo, claro-.
Lo curioso es que el concepto no lo inventó Google, aunque lo popularizaran ellos. La empresa 3M ya inauguró una política similar con el 15% del tiempo de cada jornada dedicado a proyectos propios, y de hecho la invención de las notas Post-It se realizó gracias a ese programa. En Google multitud de proyectos han salido de ese 20%: unos han pasado por Labs y han acabado en la basura, mientras que otros han sido servicios de éxito de Google. La medida, se aplique como se aplique -y aquí hay muchas suspicacias respecto al modo de vida de los Googlers, esclavos de sus trabajos, como bien apuntaba una genial viñeta de Dilbert– es toda una oda a la inversión más rentable del I+D: desarrollar proyectos que inspiren e ilusionen a quienes les dedican tiempo.
Ese 20% de Google contrasta con el 100% del tiempo que los empleados de Valve dedican en su empresa. La aparente anarquía parece reinar en una corporación que se está haciendo de oro gracias a Steam. Pero en Valve no creen que esa política lleve a la anarquía, y lo explican en un largo post en el que se genera lo que ellos llaman «orden espontáneo». Supongo que el secreto no está tanto en la política laboral, sino en los propios empleados, que con esa política estarán más que motivados para desarrollar una tarea profesional que les llena y que les deja trabajar -aparentemente- a su bola.
Tanto en los comentarios del post de Coding Horror como en En Hacker News hay un buen debate al respecto, y curiosamente pocos ven ese 20% como una medida recomendable: sobre todo, porque es difícil ponerla en práctica por el propio día a día de las empresas en la actualidad, a menudo asfixiadas por unos clientes que exigen siempre más por menos y exprimen presupuestos y recursos, lo que impide poder ganarle tiempo al tiempo.
Me temo que en España la idea de dedicar el 20% a proyectos propios -pero que beneficien a posteriori a la empresa- es una utopía: en este país en el que el presentismo es ley, en el que hacer horas por hacer permite ganar un montón de galones y en el que la productividad no es un argumento a tener en cuenta lo importante no es hacer lo que a uno le gustaría hacer: es cumplir con el cupo y, como mucho, aparentar echar más horas cuando en realidad la productividad neta es vergonzosa. Eso, que es norma para mucha gente que conozco profesionalmente -muchos más de los que me gustaría-, probablemente haga que te paguen la nómina todos los meses.
Lo que no hará es que puedan -y lo más importante, que puedas- estar orgullosos de ti por el trabajo que realizas. Muy triste.
En los años 70-80 las empresas japonesas ya practicaban este tipo de políticas, y de hecho (si no recuerdo mal) las memorias flash se desarrollaron así en su momento.
Yo creo que el caso de Google y Valve no son comparables, porque el primero tiene muchos productos que deben de mantener, y adaptar a cada país si es preciso, con una alta competencia.
El segundo tiene Steam ya montada, funciona muy bien y sus ingresos vienen de que sirva como plataforma de venta de juegos y requiere de menos cambios (de hecho la aplicación de Steam apenas cambia). Aunque luego también tienen la parte de desarrollo de juegos, aunque aquí tampoco es que saquen juegos a cada momento, lo que les da más margen para dedicarse a ‘otras cosas’ que luego puedan suponer un negocio.
Pero es cierto, la motivación es muy distinta si tienes que centrarte en algo que te han ‘mandado’ hacer, a si te quieres centrar en algo que te gusta y quieres hacer.
Aquí en España se puede, y se debería, llevar a cabo esta práctica, pero para ello los primeros que deben de cambiar son los ‘jefes’ que evaluan por ‘presencia’ y no por resultados.
Como se paga una idea. En España el I+D es de risa.