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Mejor lo malo conocido

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Leía este fin de semana un tema de Albert Sanchís en Magnet que está basado en otro aún más estupendo de Adam Mastroianni —buen apellido, pardiez—. Allí se hablaba de cómo nuestra adicción a las secuelas se convertido en una curiosa garantía de éxito y cómo la cultura pop se ha convertido en un oligopolio: unos pocos controlan los contenidos que triunfan. La larga cola era un mito.

La cosa era clara en el mundo del cine —lo comenté en «¿Benditas secuelas?«— y antes incluso con aquel post titulado ‘Demostrado: el cine es cada vez peor‘. Eso es así: siempre ha sido muy difícil que una película sorprenda y sea aclamada de forma unánime por el público, pero eso es casi imposible en nuestros días.

Las salas de cine se merecen lo que les está pasando, y me sigue chocando que sigan en sus trece con ese modelo. Uno que parece destinar el cine a las élites (por precio) cuando debería ser justo lo contrario. No sé cómo no se dan cuenta de que la gente tiene opciones más competitivas. Por ejemplo, ver ‘The Batman’ en casa con tu suscripción, en una buena tele/proyector y sin que tengas que hipotecarte para comer unas palomitas.

Pero esa es una vieja discusión, y se aparta del tema central. No es que las salas de cine lo tengan crudo de por sí: es que las pelis que se hacen tienen que competir con una oferta inmensa y con ventanas de distribución cada vez más cortas. Quienes hacen cine seguramente estarán tirándose de los pelos viendo que sus estrenos no funcionan. No lo hacen salvo que formen parte de un selecto grupo.

El grupo de las secuelas.

Las secualas triunfan, pero lo curioso —o quizás no— es que no lo hacen solo en cine. Lo hacen en todos lados. Diversos estudios demuestran que la tendencia es a hacer más cierto que nunca el viejo refrán de «más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer».

Faltan los videojuegos, pero la tendencia, aunque algo más ligera, se mantiene.

Aquí hay truco, claro, porque las secuelas funcionan sobre el principio de que hay algo bueno conocido que hace que una secuela tenga sentido. Aún así, el otro sentido del refrán se conserva: no probamos nada nuevo u original porque con tantas opciones y con tantos tarros de mermelada volvemos a ese espacio en el que nos sentimos seguros.

Oímos música parecida, leemos libros del mismo autor, vemos series y pelis porque tienen ese actor o actriz que nos gusta, y jugamos al FIFA y compramos una tras otra edición porque nos sentimos cómodos, felices y seguros en esa o cualquier otra franquicia. Sabemos que nos va a gustar. O al menos, que probablemente no nos disguste mucho.

Seguro que a muchos os pasa como a mí. Vas a elegir algo para ver y descubres una recomendación que oye, podría estar bien. El problema es que es una peli o serie nueva, con actores nuevos y con argumento que no estás muy seguro de que sea de tu palo. Y al lado está la quinta entrega de Mission Impossible, la segunda de Terminator o la cuarta de Toy Story y claro, ya las has visto y te gusta revisitarlas, así que pa qué.

Luego también te arriesgas a que esas secuelas te decepcionen: hoy ha salido el tráiler de Avatar 2 y a mí me ha dejado frío. Dará igual, señores: será un petardazo de taquilla mientras otras se quedan sin pena ni gloria en cartelera en cines o en la oferta del catálogo de los Netflix del mundo. Pero es lo que tienen las secuelas. Que son una apuesta segura.

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9 comentarios en “Mejor lo malo conocido

  1. Trufeitor dice:

    Pues a mi la primera ya me pareció una patata infumable, como para ver la segunda. No voy a ver ni el tráiler. XD

    Por cierto, punta de lanza del 3D que venía para revolucionar la experiencia cinematográfica (como tantas otras cosas antes y alguna que otra después). ¿Dónde quedó aquello?

  2. Ana dice:

    Leí el artículo de Magnet y no acabo de estar de acuerdo. Es posible que en cine/televisión sí que se produzca, pues es algo que todavía se necesita mucho dinero y un equipo enorme de gente para conseguir el producto final, pero en música y libros no lo veo.
    Lo ves si no te gusta de verdad la música y/o los libros, en el sentido de que vas a los sitios de siempre y los sitios de siempre cada vez son menos y más reducidos, pero es que precisamente la gente que se gasta el dinero en música y/o libros no va a los sitios de siempre, en internet encuentras un montón de sitios para ampliar tus gustos y horizontes, y hay muchísimo fuera del circuito comercial.
    Sí, no les conoce todo el mundo, pero tienen su nicho de «1.000 fans» (una teoría que circula por el mundo de los libros, de que si consigues ese número de gente que te compra todo lo que publiques, consigues vivir de escribir). No hacen millonadas, pero viven más o menos modestamente de eso.
    En música no estoy tan al día, se que nada de lo que descubro nuevo me viene de radiofórmulas desde antes de internet, pero en libros, sigo escritores indies americanos que hablan del negocio, y lo mencionan, las editoriales se han cargado con su modelo de negocio a los escritores que no eran superventas pero vivían de escribir y tenían su público que también les hacía dinero. Los escritores que no han aprendido a autopublicarse, tienen que cambiar de oficio porque los contratos actuales son ridículos, pero hay muchos que no salen en las listas de superventas que pueden vivir de la escritura, y más de alguno vive incluso bastante bien.

    • Cierto, cierto, en realidad también está la parte de la gente que ha logrado ganarse la vida sin tener una gran audiencia. Es un buen apunte, aunque la idea iba más a «lo original no triunfa», ya sabes. Lo seguro es para los «oligopolios de los contenidos» ir a secuelas y precuelas. Para qué voy a hacer una nueva serie totalmente distinta a Juego de Tronos o al Señor de los Anillos cuando puedo seguir esa línea, etc, etc.

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