Tecnología

Oda al MP3

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25 años ya. Estudiaba informática, pero como si no. No tengo ningún recuerdo en absoluto de que en el 96 o el 97 en la facultad se hablase de que algo llamado MP3 había empezado a conquistar el mundo. Llevaba haciéndolo un par de años (el estándar es incluso de antes, de 1992), pero como digo, si oí o leí algo al respecto no me acuerdo. Que yo recuerde, mi primer contacto con el formato MP3 fue en 1997.

Por entonces, para poneros en situación, seguía sin tener un PC como tal: seguía dándole caña a mi Amiga 1200 ampliado con una aceleradora de Blizzard con un 68060. Aquella primavera salió un trabajillo y recuerdo que allí uno de los chavales que curraba conmigo me habló de los MP3 y también de Winamp. Sé que era 1997 porque Winamp acababa de salir al mercado. Lo hizo el día de mi 24 cumpleaños, de hecho, qué cosas. El caso es que cuando este chaval me habló de los MP3 lo hizo con un entusiasmo contagioso. Recuerdo que me hizo la que luego sería la comparación eterna con los CDs. «En uno normal caben 10 o 12 canciones, ¿no?», señalaba. «¡Con los MP3s te caben 20 veces más!».

Aquello parecía magia, y de nuevo tengo que ponerme aquí en plan abuelo Werthers para que me entiendan los que ahora creen que Spotify y Netflix siempre estuvieron ahí. No lo hicieron: a finales de los 90 la compresión de audio era algo prácticamente desconocido para el gran público (yo incluido), y lo mismo ocurría con el vídeo, con un formato MPEG-1 que daba pena. Eso sí, MP3 -realmente MPEG-1 Audio Layer III– no era más que un ‘fork’ de esa compresión, pero específicamente dedicada al audio, así que aquel estándar que resultó ser un pequeño desastre en vídeo (al menos de cara al usuario final, que apenas podía lidiar con aquel códec) tuvo al final su lado estupendísimo.

El MP3 cambió toda una industria. Una que nos tenía cogidos por los cataplines y que nos obligaba a comprar CDs en los que solía haber dos canciones buenas y otras ocho o diez de relleno. No era siempre así, claro, pero seguro que muchos coincidís en esa percepción. De repente era posible un nuevo modelo de distribución y nuevas formas de acceder y de disfrutar de la música. Y de crearla, por supuesto.

El célebre IEEE de hecho ya hablaba de «La revolución MP3» en 1999, cuando el formato apenas llevaba unos pocos años en marcha. La música era más libre y accesible que nunca, y de hecho aquella compresión hizo posible que uno pudiera bajarse canciones de internet a pesar de las conexiones de la época.

No tardarían en llegar los reproductores MP3 (yo tuve un Rio 500 de 64 MB -ampliables vía SmartMedia-, flipas) y los otros grandes compañeros de esta revolución: el iPod («1.000 canciones en tu bolsillo», rezaba el eslógan, pero yo pasé de él y acabé comprando un Creative Zen Vision:M) y, por supuesto, Napster. Y después de Napster, AudioGalaxy, y luego KazAa, y luego eMule -del que tengo post pendiente- y esa otra revolución llamada DivX, que (casi) fue al vídeo lo que el MP3 había sido al audio.

Muchas revoluciones que parecían tener fecha de caducidad. Algunas la tenían, pero no el MP3. Se intentaron crear formatos mejorados y más «adecuados» para la industria, pero ninguno triunfó. El iPod respiraba MP3, los sitios de descarga legal (como el mítico mp3.com; no el de ahora, el de antes) también, y la mejora en las velocidades de conexión no hizo más que validar esa idea de que los CDs y los vinilos estaban bien para según qué cosas, pero el MP3 seguía siendo básicamente un formato perfecto para un mundo en que ya entonces estábamos acostumbrados a sacrificarlo casi todo con tal de estar más cómodos (o de que las cosas nos salgan gratis, que también).

Lo curioso es que el formato ha sido uno de los grandes supervivientes tecnológicos de las últimas décadas. Hay pocas cosas que hayan envejecido tan bien en un segmento en el que somos muy aficionados a matar lo viejo para apuntarnos rápidamente a cualquier cosa nueva mientras parezca mejor.

Pero no con el formato MP3. Ahí sigue, dando guerra en nuestros smartphones, en nuestros relojes y altavoces inteligentes, en nuestros coches eléctricos y (casi) autónomos. Todo mejora, pero sorprendentemente el MP3 siempre ha sido suficientemente bueno.

Y lo que le queda. Felices 25, MP3.

Imagen | Alphacoders

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7 comentarios en “Oda al MP3

  1. Bardwolf dice:

    Y a mí que por alguna razón el mp3 siempre me ha rechinado un poco, aún reconociendo sus virtudes y la revolución que supuso. No sabría decirlo de forma racional, es más una sensación, pero nunca me ha gustado.

    Siempre he tirado por alternativas a él, incluso el denostado wma. El que más me ha gustado y más he disfrutado, aunque obviamente tuviera mucho que ver el hardware asociado (mis amados minidiscs y mi querida psp) fue el atrac, y actualmente el aac.

    Desde luego no se puede negar racionalmente que el mp3 supuso un antes y un después, pero curiosamente siempre he huido de él ????

  2. KAZU dice:

    Yo creo que muchos de los que vivimos aquella época le tenemos un cariño especial a ese formato de archivo porque fue el que nos dio la llave de ese mundo en el que con paciencia (una canción en media hora si la conexión iba bien, ¡a tope!) podías tener acceso a lo que quisieras: discos, películas, juegos… Fue toda una revolución, y comenzó una cadena de eventos que hoy nos ha traído hasta la época del streaming. Hace uno o dos años leí un libro sobre el nacimiento de todo este fenómeno que dejo por aquí por si alguno queréis echarle un vistazo: “Cómo dejamos de pagar por la música”, de Stephen Witt.
    Por cierto mítico el Creative, recuerdo que metí el mío en la lavadora y lo encontré en el bolsillo de los pantalones al tenderlos. A día de hoy sigue funcionando como si nada.

  3. Land-of-Mordor dice:

    Si no has descargado «fotos» que pesaban entre 2 y 8 Mb de las que con el programa y la clave adecuada podías extraer una canción en MP3 es que no has vivido esa época XD

    Pasar de tener un album por disco a tener la discografía completa del artista por disco fue un gran salto adelante. Y los reproductores con memoria interna o disco duro llegaron para dinamitar el mercado musical.

Comentarios cerrados