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Mi reino por un patinete eléctrico

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Ah, París.

Qué ciudad tan maravillosa. Su único problema es estar llena de franceses. Bueno, eso y lo de los precios, claro. La ciudad de la lumière, l’amour y les croissants se nos pone cara de pelotas a los españolitos de a pie, que llevamos bastante mal lo de pagar 8,70 euros por un café con leche y un té. Verídico.

Así se las gastan por allí nuestros vecinos, que gustan de apretujarse en terrazas en las que la norma parece ser contar con sillas mínimas -porque todo el mundo está mazo delgado- y sin apoyabrazos. Rollo psicológico para que no aguantes mucho en la mesa, supongo.

Pero me estoy desviando. De todo lo que he visto —daría para una historia de Harry&Sally, pero me puede la pereza— ha habido algo de lo que sí era imposible no hablar, porque si ha habido una sorpresa en el viaje ha sido la de cómo los patinetes eléctricos han tomado la ciudad.

Los ves por todos lados. De hecho lo de la movilidad en bici, patinete o incluso monociclo es una constante por todos los sitios por los que me moví. Es algo que parece aceptado y asumido tanto por parisinos como por los millones de turistas (16,1 millones la visitaron en 2017, por los 5,5 millones que visitaron Madrid) que se pasean por sus calles y plazas.

Eso es lo que me sorprendió de primeras. Que todo el mundo parece tenerlo asumido. Incluidos los conductores, por cierto. Allí bicicletas, patinetes eléctricos y demás transportes personales y eléctricos van por donde les apetece: aceras, calzadas y carriles bici, por supuesto. Cambian de uno a otro tipo de vía sin problemas, sin protestas y sin que eso provoque aparentes problemas entre conductores y viandantes. Probablemente porque no van haciendo el loco. Iban más rápido que nosotros, desde luego, y en calles y calzadas en las que compartían vía con los coches iban a esos 20-25 km/h que suelen dar de tope, pero fuera de eso, la velocidad era respetable porque los propios usuarios entendían que el invento era algo con lo que había que tener cuidado.

¿Sabéis qué me pareció aquello?

El futuro.

No sé muy bien qué tipo de regulación tienen en París en relación con este tipo de vehículos, pero en The Guardian contaban por ejemplo cómo la expansión de servicios como Lime y Bird en la capital gala está siendo ciertamente rápida. Dejaban claro además que las ventajas e inconvenientes del servicio son idénticas a las que ya se han visto en otras ciudades en las que el patinete eléctrico ha entrado con fuerza.

San Francisco, por ejemplo, pionera en este ámbito, se ha encontrado con que los patinetes molan, pero tienen su aquel. De repente ha surgido de la nada una nueva profesión: recargador de patinetes o juicer, un modelo que ha generado una curiosa (y preocupante, como indicaban en Yorokubu y en The Atlantic) variante de ese conductor de Uber o Cabify que ya no está tan contento como hace unos años. No te preocupes si no tienes curro, amigo mío, porque puedes dedicarte a recoger patinetes por las calles con tu furgoneta al terminar el día, recargarlos y devolverlos luego a la mañana siguiente a sitios estratégicos. La cosa es llamativa, pero no es precisamente una forma rápida de hacerse rico.

Junto a ese problema está el que a mi entender es el más importante: el civismo, o más bien, la falta de él. Aquí hablo de usuarios y del resto de ciudadanos, que si quieren ver cómo el transporte personal mejora tendrán que hacer pequeños sacrificios. Nada especial, chicos: a quienes usan los patinetes, que conduzcan de forma razonable y no pongan en peligro a los viandantes (ni a ellos mismos, claro). Luego está el tema de aparcarlos cuando ya no los usen: la idea es dejarlos en sitios en los que no molesten, y aquí sería buena idea crear pequeños indicadores que inviten a hacerlo, aunque la gente aparcará siempre siguiendo la ley del mínimo esfuerzo.

Eso lleva a las peticiones para quienes no usan estos transporten: un poco de manga ancha a la hora de aceptar los cambios y, sobre todo, tratar de evitar robos y escenas de vandalismo como las que se han visto por ahí cuando han encontrado algunos de estos patinetes decorados con excrementos de algún desalmado (con capacidad para plantar un pino en medio de la calle, que no es poca cosa).

Al final, insisto, la revolución está ahí, funcionando. La vi en París, y me quedé bastante alucinado. Me encantó sobre todo la naturalidad con la que la gente asumía ese escenario en el que las posibilidades de desplazarse se multiplicaban, y aquí quiero ser optimista y espero que las ventajas de estos medios de transporten se superen en unos años.

En Madrid, por cierto, la cosa está complicada. Más o menos como en el Reino Unido, donde las aplicaciones que están detrás de estos servicios se enfrentan a posibles prohibiciones.  El campo regulatorio aquí es un caos total, y cada ciudad o municipio crea ordenanzas independientes que hacen que lo que no es válido en los madriles -quienes quieran ir en patinete lo tendrán chungo pelota– lo sea en Barcelona o Valencia, donde parece que los patinetes eléctricos tienen algo más de margen de maniobra.

A priori yo a esto del patinete le veo todas las ventajas del mundo, y aquí el problema está en esa resistencia al cambio natural en todo ser humano. Eso, claro, y el hecho de que efectivamente patinetes y bicis, sean o no eléctricas, introducen potenciales riesgos a todos, tanto a los que los llevan como a los que no. Como siempre aquí plantearía una regulación coherente, la imposición de multas medio severas para evitar abusos, y sobre todo lo más difícil: sentido común.

Qué cosa más estupenda, el patinete eléctrico. Si tuviera que moverme por el centro de una ciudad, ni lo dudaría. Y aun viviendo en mi mini-resort burgués me lo plantearía si tuviera que moverme de aquí a menudo.

Menudo inventazo. Ahora solo falta que entremos todos un poquito en razón y sepamos adaptarnos de forma razonable al cambio. Aquí soy hasta optimista: las ventajas son tan evidentes que si se hace bien, tenemos ante nosotros un candidato perfecto para ahorrar algunos problemas de los coches. No se irán todos y surgirán nuevas historias, claro, pero como digo, yo lo veo.

Ale, ya estáis comprando patinetes, chavales. Os dejo con un saltito al que solo le he añadido la magia HDR para ver si me fichan como extra en las pelis de Marvel y me puedo comprar un Model X. Lo demás es todo auténtico a tope, que conste.

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17 comentarios en “Mi reino por un patinete eléctrico

  1. Eapendergast dice:

    Interesante artículo, as usual. Resulta que en mi ciudad soy responsable de tráfico y seguridad vial y no hago más que mirar a los patinetes eléctricos como parte de la solución, no como un problema. Lo que no es de recibo es que cada ciudad lo regule sin una legislación marco estatal.

    De hecho tu artículo me lo guardo.

    Ahora, te llevo años siguiendo la pista y cada foto del salto nos la estás colando, debería darte vergüenza usar el photoshop así 🙂

    • Anda, pues es interesante que trabajes en ello, igual cualquier día de estos tengo que contactarte por si quiero tratar el tema más en profundidad. Si quieres comentar más en detalle, invitado quedas 😉

      ¡Y que conste que ninguno de mis saltos en todos estos años tienen Photoshop!. No al menos para que parezcan más altos, lo que sí suelo tocar es niveles o incluso como en el ejemplo añadir efecto HDR para darle más espectacularidad a los tonos.

      Dicho lo cual, el salto es en realidad mucho menos de lo que parece, pero en la foto queda brutal, ciertamente 😉

  2. Manuel Tornos dice:

    Estuve hace aproximadamente un año en Milán y la situación era parecida: tremendamente relajada convivencia entre millones de bicicletas (normales, eléctricas, de alquiler…), millones de turistas y un buen montón de coches. Sin problemas ni agobios. No comprendo por qué en España no puede ser similar. Bueno, sí, cuando leo que la mayor de las críticas a las bicicletas en carretera y ciudad es porque no pagan impuestos (WTF?). Con esas bases, el cambio en el transporte es difícil, cuando menos.

    • Land-of-Mordor dice:

      Hombre, yo me quejo de los ciclistas «que van de pro» en carretera por varias cuestiones, pero ninguna relacionada con los impuestos directos. Y me refiero a los que salen para «entrenar» o «echar un rato», no a los que se desplazan en bici como medio de transporte para su día a día. Esos para mí son los llamados héroes. Concretamente me quejo de estas costumbres:

      – Todavía no han encontrado la manera de ocupar un carril entero con un único ciclista, pero están trabajando en ello. Cualquier número de ciclistas mayor o igual a 2 siempre va en paralelo en todo momento independientemente de las condiciones de la vía, de charlita.

      – Tienen que salir de casa uniformados y montados en la bici y, por supuesto, en el camino desde su vivienda hasta la carretera donde pretenden «entrenar» obvian la existencia de todo carril bici existente. En calles de un único carril para cada sentido con carril bici justo a la derecha van dos ciclistas desplazándose a su vía de «entrenamiento» parando el tráfico a 20 km/h. No se plantean desplazarse al lugar de entrenamiento con otro medio.

      – Puestos a elegir vías para entrenar, y siguiendo los criterios antes mencionados, deberán elegirse las vías con más tráfico cotidiano, a ser posible con arcén inexistente, multitud de incorporaciones, rotondas y tráfico denso en las horas que ellos eligen para entrenar. Normal, si cortan las carreteras para la vuelta a España, ¿por qué no para Juan y Pepe?. A 20 minutos en coche desde su casa tienen vías con menos tráfico, con arcenes de más de un metro de ancho donde pueden hacerse más de 200 km de una tacada (ida y vuelta) y con paisajes inigualables sobretodo si los comparamos con urbanizaciones a izquierda y derecha y camiones a diestro y siniestro. En esas otras vías, sólo se ven los que llevan toda la vida entrenando y tienen algo de sentido común.

      – Creer que porque un inconsciente bebido, drogado o no respetando los límites de velocidad atropella a un ciclista se ha cometido un crimen mayor que si atropella a un peatón o se lleva por delante otro vehículo.

      Y retomando esas frases míticas de la DGT, si la carretera no es «nuestro circuito», tampoco es «vuestro velódromo».

      • Manuel Tornos dice:

        Hombre, el por donde decide un ciclista entrenar… es una decisión creo que totalmente personal basada en múltiples motivos normalmente (dificultad, destino, peligrosidad, objetivo…). Intentar desde detrás del volante juzgar esas decisiones me parece, cuando menos, arrogante por parte de quien pretenda hacerlo.
        En cuanto a los carriles bici, decir que normalmente están limitados en velocidad (por aquí a 10km/h) y suelen ser de doble dirección con apenas metro o metro y medio de ancho. Ocupados por: niños andando, en bici, en patinete… Madres con carritos de bebé… Runners… El viejo del botijo… Coches aparcados… Como comprenderás, intentar entrenar (20-30km/h) en esas circunstancias no es ya difícil (e ilegal) sino un auténtico ejercicio de alto riesgo.
        En cuanto a ir de dos en dos: pues es lo que recomiendan expertos (y la propia DGT) por nuestra seguridad (mayor visibilidad y menos riesgo de adelantamientos con contacto o cercanía (manillar-espejo).

        Y a veces, en función de las condiciones de la vía (coches aparcados que pueden abrir la puerta, suciedad en el lateral del carril, pretensión de giro o cercanía de una rotonda entre otras circunstancias) yo, al menos, tomo la decisión de evitar que el coche de atrás nos meta en un compromiso a ambos intentando adelantarme y me meto al centro del carril. Puede parecer mal, pero en ese momento creo que es la mejor decisión por el bien de todos.
        Con todo ello quiero decir que (independientemente de qué existen imbéciles en todas las áreas de la vida y de la vía, incluso entre ciclistas), no se puede ir juzgando continuamente a todos los usuarios. A lo mejor, ese ciclista que se sale del arcén al centro del carril ha visto algo que tú no has visto (un tractor que va a incorporarse, alguien que acaba de aparcar y que le va a abrir la puerta en los morros, o simplemente, cristales en el arcén que le pueden hacer pinchar). Seamos comedidos y un poco más empáticos, por favor.

      • Land-of-Mordor dice:

        «…Hombre, el por donde decide un ciclista entrenar… es una decisión creo que totalmente personal basada en múltiples motivos normalmente (dificultad, destino, peligrosidad, objetivo…)…»

        Las características de ambas vías son parecidas. Sólo que una está hasta arriba de coches y otros vehículos y la otra está más libre y tiene mejores características. Y eso no lo digo yo, me lo dicen ciclistas con los que hablo. Pero una se coge saliendo de casa con la bici y la otra está a 20 minutos en coche. Una sin arcén, con los carriles estrechos (desdoblamiento de una carretera nacional), salidas e incorporaciones cada medio kilómetro, rotondas y tráfico denso, totalmente llana, cuya única dificultad es jugarse la vida. La otra una autovía de nueva construcción con su arcén que en algunos tramos es como un tercer carril, totalmente limpio (vía principal interurbana), con sus subidas y bajadas y sus tramos rectos durante kilómetros.

        «…Como comprenderás, intentar entrenar (20-30km/h) en esas circunstancias no es ya difícil (e ilegal) sino un auténtico ejercicio de alto riesgo…»

        En ese momento no están entrenando, se están desplazando desde sus viviendas a la vía donde comenzarán el entrenamiento. Se nota porque apenas pedalean y van tranquilamente charlando mientras tienen unos 10 coches retenidos «a su paso» mientras que el carril bici está vacío porque son las 17:00 en agosto y no hay ni runners ni madres ni coches aparcados sobre él porque el carril está dentro de la acera.

        Evidentemente me quejo sólo de las actitudes que queda claro que están basadas en una clara ausencia de civismo y nula empatía. Da gusto ver cuando ciclistas, conductores particulares y profesionales al volante son conscientes los unos de los otros. Pero no se tarda mucho en detectar quien lleva años subiéndose a una bici en carretera y quien se ha apuntado a la «moda» hace dos días.

      • Manuel Tornos dice:

        Precisamente, pero es que, como en todo, requiere períodos de adaptación. Aquí en Vigo, por ejemplo (todas las calles son cuestas), la gente no se dá cuenta de lo difícil que es ir subiendo una rampa dejándote las piernas casi sin resuello y pararte en un semáforo que es sólo para peatones (pero que no hay nadie que vaya a cruzar), descalar las zapatillas y pararte… para volver a arrancar (que a lo mejor, ya no puedes porque no te quedan fuerzas). Si se te ocurre pasar ese semáforo (que es ilegal hacerlo, pero lo haces con el único afán de no «morir» ahí) a la velocidad a la que estás subiendo (5-10km/h), sin riesgo… te meten una pitada o te insultan. Yo lo he hecho incluso delante de la policía, que ven la situación y la comprenden. Es normal.
        Por eso hablo del civismo y la empatía. Hay ciclistas más experimentados y novatos. Hay quien se está estrenando en el uso de zapatillas con calas y, simplemente, no es capaz de descalar y apoyar el pie en el suelo en 2-3 segundos. Hay quien es capaz de subir un puerto a 25km/h y quien lo hace a 5km/h y no tiene más remedio que ir haciendo eses para intentar «allanar» un poco la cosa (claro que ocupa más carretera y molesta a los coches, pero el hombre -o mujer- va haciendo todo lo que puede).

  3. KMJB dice:

    Me ha dejado una gran impresión que alguien más por ahí comparta mi opinión formada por las (llamadas por aquí en el sur), patinetas, en este caso eléctricas, anduve sobre una en un barrio privado («residencial») y la verdad un lujo de comodidad…pero claro, otra cosa sería en la vía pública y eso que comentas del civismo…ufff, creo que es lo más complicado de implementar! en fin, daría mi reino también, claro está…

    PD: por la última foto te contrataría seguro segurísimo pa’ la remake de Street Fighter! 😉

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